Se consumó la traición. Día triste para la democracia y para España. Una felonía envuelta en presunto ánimo de “convivencia” y concordia. ¡Un regalo que ... ni sus beneficiarios aceptan! Ha sido el mismo día que se conmemora al primer humanista de la historia, el político integérrimo que no cedió a las veleidades de su monarca, sabiendo que le costaría la vida. Tomás Moro se dejó cortar la cabeza por actuar conforme a su conciencia, por no aceptar que Enrique VIII se convirtiera caprichosamente en el jefe de la Iglesia de Inglaterra. Por eso fue, es, “Un hombre para la eternidad”, certero título del prodigioso film de Fred Zinnemann. El mismo día que un desvergonzado, ignorante de lo que es el patriotismo, y lo que debe ser la fortaleza de un Estado, perdona a unos nacionalistas el mayor delito que estos pueden cometer, rebelarse y proclamar la independencia. La canallada lleva aparejado el compromiso constitucional del Rey —que es obvio está en contra de los indultos—, de firmar esos infames decretos, que hieden mas a pacto de supervivencia del felón que al comienzo de la pacífica convivencia entre los catalanes —nacionalistas o no—, y el resto de españoles.
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Al morir Franco, pocos compatriotas soñaron con una “Utopía” (título de la conocida obra de Tomás Moro), consistente en pasar de la dictadura a la democracia plena, sin derramamiento de sangre, porque era lo que la Academia de la lengua considera una utopía: “Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización”. Y, sin embargo, lo logramos entre todos. Lo que nadie podía imaginar es que, cuarenta años después, estemos en su antónimo, en todo lo contrario, la distopía, —“representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”, según el DRAE—, pero no imaginaria, sino real, sangrante.
La respuesta del presidente de la Generalitat ha sido de una claridad aterradora: gracias, pero exigimos el referéndum de autodeterminación y ¡“el fin de la represión”! Han leído bien. ¿Es necesario recordar que esa réplica desafiante estaba cantada, que la esperaban hasta los párvulos, y —lo que es peor—, la conocía el presidente del gobierno? Son insaciables. No quieren convivencia, “solo” independencia. Nos gobierna un canalla.
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