Ya tenemos Ley de la Eutanasia. Bravo, somos unos modernos. No voy a entrar en el “factor” político, por desgracia el más importante, para dar ... vía libre a la “asistencia a morir”; ni siquiera voy a entrar en lo ético o en lo religioso. Me quedaré en la opinión de un simple “mortal” que no quiere morir. De hecho, sirvan estas líneas como mi testamento vital: si algún día estoy en una situación “terminal”, el que ose “desconectarme” que sepa que, antes o después, le partiré la cara, que se meta en su vida, que la mía es mía, y vaya esta declaración como oda a mi libertad, a la libertad de todos.
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Porque nos están vendiendo la Ley de Eutanasia como un ejercicio de libertad (“Nos hará más libres”, en palabras de María Luisa Carcedo, ex ministra socialista de Sanidad), cuando es un simple instrumento de muerte, de exterminio programado: no nos gustan los “terminales” ni los viejos, son una carga para este “mundo feliz”... y para el sistema público de salud y de pensiones. Seamos claros, al menos.
Nos engañan, eso sí, diciendo que elegir cuándo morir es una decisión personal en pleno uso de nuestras facultades, pero no reconocen que a mucha gente, cada vez más y más, le hacen ver mediante la manipulación constante que padecemos que lo anormal es lo normal, y que por tanto, morir voluntariamente y de manera programada, si vienen mal dadas, es lo más digno que podemos hacer. Al final hemos caído en las redes de un mundo banal y relativista, con “evangelizadores” de la talla intelectual y moral de José Luis Rodríguez Zapatero. Perdonen, pero un tonto no me convence para quitarme de en medio.
Si lo decido, tengo magníficos ejemplos en Hemingway, Sylvia Plath, Hunter S. Thompson, Virginia Woolf, o Kurt Kobain, por no hablar de las miles de personas que se quitan la vida sin molestar y dejando en el aire mi pregunta favorita: ¿qué matan los suicidas? Por lo tanto, una vez más, sale el ultraliberal que llevo dentro: déjennos en paz, déjennos morir en paz, es lo mínimo.
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Déjennos ser libres. Y, desde luego, no cofundan libertad con exterminio, con economía, con buenismo. Déjennos aferrarnos a la vida, aunque tengamos que ser testigos de un mundo, como el actual, tomado por totalitarios que quieren controlar nuestras vidas... y nuestras muertes.
Y hay que ser malo, malísimo, para hacernos creer que morir es guay, y que sufrir es un atraso. Aquí parece que solamente estamos para comer opíparamente, follar, y dormir a pierna suelta.
Según estos aprendices de dioses, la vida tiene que ser un viaje de éxtasis, jolgorio... y pago de impuestos. Luego, al hoyo. No molesten.
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