Me parece más sugerente cocinar con Santa Teresa que con los fenómenos de Máster Chef. Pegar la hebra con la andariega mientras preparamos un ... bacalao con verduras esquivando al diablo que habita entre los pucheros, igual de Dios, y cortando un traje a los escritores de su siglo, tiene su punto. Porque la de Alba, además de monja, fundadora, andariega y feminista leía todo lo que podía (y le dejaban) y por eso escribía (también lo que le dejaban). Y de paso obligaba a leer a sus compañeras de monasterio. Puedo imaginarme a las monjas con Teresa de Jesús viendo Máster Chef, escandalizándose por igual de los preparados como de las ocurrencias de los concursantes. Tamara Falcó sería su favorita como Javier Peña es el mío, fuera de concurso, sobre todo porque entre fogones podríamos hablar del rugby que fue y del que viene. Ambos compartimos esta afición, al igual que Fernando Simón, que también fue rugbier, supongo que con ese cuerpo suyo estaría en la tres cuartos, con los que corren. Chicote, que también anda entre fogones y pucheros, fue rugbier, como Javier Bardem, por ejemplo, cuya familia va y viene por las páginas de “Pimientos rojos rellenos”, de Mónica Bardem, a la que su madre, Pilar Bardem, llama la “intendente”, igual que decía de Javier que se lo comía todo con la vista, aunque no todo, como pudimos ver en “Jamón, Jamón” con Penélope Cruz.
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A Santa Teresa habría que preguntarle por qué le gustó tan poco la batata o boniato sevillano y qué le parece que se la tenga por inventora de las patatas fritas por un cuadro que la retrata en la cocina, entre sartenes. A la santa le dieron patatas (las de verdad) a la huelga (con acelgas y especias) cuando llegó moribunda al monasterio, dice Tomás Álvarez, fraile y experto en cocina carmelitana, de la que hay un espléndido recetario coordinado por el carmelita Manuel Diego, que estuvo en la presentación de las jornadas de cocina carmelitana que la alcaldesa de Aba, Concepción Miguélez, acaba de convocar para la semana que viene, bajo las reglas impuestas por la pandemia. Es muy posible que las patatas entrasen en la cocina doméstica por la puerta de los conventos, igual que en Francia lo hizo por las flores y el deseo de descubrir lo que el rey cultivaba. Un español, Pedro de Cieza, trajo la patata del Nuevo Mundo, pero el francés Parmentier se llevó la fama y hoy la gastronomía internacional identifica con el apellido “a la Parmentier” a cualquier plato que lleve patatas. Salvo nuestras patatas bravas, fritas, panaderas, revolconas o meneadas... ¡Hasta ahí podríamos llegar! Y que no nos hablen de patatas en Salamanca.
Que Teresa de Jesús sabía cocinar, nadie lo duda. En el monasterio se rotaba en las tareas, cuentan en el museo carmelitano “Carmus”, y ella era una monja más: le tocaba cocina como podía ser fregar o trabajar el huerto. La maña a la hora de sacar adelante la labor ya era otra cosa. En fin, coincidiendo con la festividad del Carmen se nos convoca a las jornadas de cocina carmelitana en Alba, que viene a coincidir con la fase final del concurso internacional de cocina del ibérico, que es otro asunto serio. Me alegro mucho de que el ibérico vaya escalando a las posiciones que tuvo antes del estado de alarma y del acuerdo firmado para su promoción con la Hostelería nacional. Fijo que a la de Alba le gustaría darse un homenaje de buen ibérico, curado, asado, frito, guisado y hasta en ensalada. Buena era.
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