La Maschinengewehr 42 —o MG42— es un arma fabulosa que dispara pelotazos del calibre 7,92 mm a razón de casi mil quinientos por ... minuto. Fue diseñada en Alemania, en 1940, y sigue usándose, sin apenas cambios, hasta el día de hoy. Funciona siempre y bien. Nuestro ejército tiene bastantes, y los bizarros Caballeros Legionarios compiten entre ellos para ver quién puede desmontarla y montarla en menos tiempo.
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A pesar de sus bélicas virtudes, no es más que un trozo de hierro. El auténtico poder de la MG42 reside en su intrínseca cualidad de inducir el terror en el corazón del enemigo. Sus ráfagas son tan rápidas y potentes que, durante la guerra, los soldados Aliados no se atrevían a salir de las trincheras cuando oían el estruendo. Sabían que si levantaban la cabeza ese artefacto, apodado como la sierra de Hitler, los haría trizas.
Tener armas no significa usarlas para matar. Aunque parezca contradictorio la amenaza de la fuerza es el mejor método para evitar conflictos.
Si, por ejemplo, miles de soldados intentasen invadir nuestro territorio, bastaría con colocar un par de estas «sierras» en un promontorio parapetado desde el que nuestros legionarios tuviesen una visual del terreno, o playa, a defender. Cuando el enemigo se acercase sobraría con que los hombres —que para eso los tenemos— le dieran un poco de gusto al gatillo. Sin tirar a matar. Con que algunas balas pasasen zumbando más de un invasor se lo pensaría dos veces antes de avanzar.
Para ordenar ciertas cosas, igual que para dirigir un país, hay que tener carácter o un par de huevos, como suele decirse vulgarmente. Pedro Sánchez excede la virtud cayendo en el vicio; tiene huevazos. Lo demuestra cuando amenaza a los españoles con nuevos peajes; jubilaciones a los setenta; pagar el 21% —¿quizás el 25%? —, de IVA en el pan o la leche o cuando, sin escrúpulos, reconoce que no existió ningún comité de expertos.
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Da pruebas de la gravedad de sus testículos cuando rebaja las exigencias académicas de nuestro sistema educativo; cuando crea ministerios para que sus compinches se llenen los bolsillos; cuando coloca a sus amigos en puestos directivos de Correos; cuando ha metido ilegalmente a siniestros personajes en consejos de espionaje e inteligencia; cuando derriba cruces; saca a los muertos de sus tumbas y prefiere felicitar el ramadán antes que la Navidad.
El colosal volumen de sus portentosos atributos también queda patente cuando los independentistas —o sus propios ministros— faltan el respeto al Rey y no los censura; cuando lamenta la muerte de etarras; cuando regala al ejército marroquí todoterrenos de cincuenta mil euros mientras nuestra Guardia Civil patrulla en chatarras que no quieren ni los dummies; cuando destina millones de euros a actualizar el ejército sarraceno o cuando deja que el sarnoso Mojamé invada el territorio español con total impunidad.
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Pedro, adquiere un suspensorio testicular porque, de seguir así, un día te los vas a pisar.
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