Hace dos semanas publicaba en esta misma sección de opinión una pieza titulada Emoción de censura. Dos días después, se produjo una vorágine de acontecimientos que sigue copando las tertulias mediáticas. He de reconocer que no preví que el PSOE de Murcia adelantase por ... la derecha al de Castilla y León y presentase una moción de censura doble -en la Comunidad Autónoma y en el Ayuntamiento- ni las IDAs y venidas de la omnipresente Comunidad de Madrid. Ni un ratito nos duró el protagonismo. Pero, en fin, hoy quiero poner el foco al otro lado de la raya. Concretamente en un hecho que a los salmantinos nos afecta más que la desaparición de Ciudadanos.

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El pasado 11 de marzo la Assembleia da República de Portugal aprobaba por unanimidad una propuesta de resolución para la reapertura de la línea ferroviaria del Duero en su primer tramo: Pocinho-Barca d’Alva. Proyecto que, por ser vecinos, nos toca de lleno. Esta propuesta no vino desde el propio Parlamento, sino que fue tramitada gracias a una petición popular que recogió casi 14.000 firmas -en un país con poco más de 10 millones de habitantes- e impulsada en la Cámara portuguesa por el PSD y los partidos de izquierda Bloco de Esquerda, PAN, Os Verdes y el Partido Comunista Portugués. Partido con bastante más tradición electoral que en España y que fue parte del gobierno del presidente Costa en la anterior legislatura, sin que -y en contra de lo que algún politizado presidente de los jueces afirma-, se pusiese en solfa la democracia. Es de recibo mencionar que el resultado de esta votación no es vinculante para el Gobierno.

La proposición pasa por la rehabilitación, reapertura y electrificación de 28 kilómetros, que permitan comunicar Oporto con Barca d’Alva, y -previsiblemente- de ahí hasta La Fuente de San Esteban (y después, plausiblemente, a Salamanca, aunque por fantasear, yo articularía otros itinerarios). Asimismo, solicitan que se abra el diálogo con el lado español para poder hacer efectivo el proyecto. Si bien, desde el gobierno luso señalan que “España no tiene interés”. No deben conocer a esas luchadoras y luchadores de la asociación de frontera Tod@vía. No obstante, Santinho Pacheco, diputado del Partido Socialista -partido del Gobierno- por el distrito de Guarda, afirmó durante su intervención en la Asamblea que “España nunca alimentó ilusiones sobre este proyecto, en una de las regiones más pobres y despobladas de Castilla y León”. Tiene cojones que este tipo de afirmaciones se tengan que oír en el Parlamento portugués y no en las Cortes de Castilla y León o en el Congreso de los Diputados. Así que, desde mi humilde persona, gracias por preocuparse una vez por nosotras. A ver si toman nota Sánchez, Mañueco, Bermúdez de Castro y Teresa Ribera: en el Abadengo también existimos.

Sobra decir que el ferrocarril es el elemento cohesionador más eficaz para un territorio y lo que supuso para toda la humanidad su expansión durante el siglo XIX. Además, está demostrado que es un medio bastante más sostenible, desde el punto de vista medioambiental, que el coche y el avión. Una encuesta de este medio recogió que más del 95% de los lectores creen que España debería apostar como lo ha hecho Portugal por recuperar la vía férrea de La Fregeneda. ¿A qué están esperando nuestras instituciones? La Diputación de Salamanca tiene programada su apertura en breve. Para pasear. Porque eso es un impulso económico a la zona que va a revertir la despoblación, va a generar riqueza y bienestar en la ciudadanía y va a garantizar un futuro para la comarca. Seguro. Igual que en La Alberca, que desde que es el summum del turismo rural salmantino ha ganado población -aunque tampoco la haya perdido- y ahora los jóvenes ya no emigran de allí, ¿verdad?

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Quienes somos de la zona conocemos el gran potencial que tiene. También turístico. Pero sabemos que el turismo no es la solución. En el puerto fluvial de Vega de Terrón - ¡un puerto fluvial en mitad de la península! - se ven con asiduidad ferris turísticos. Barcos que vienen desde los mares del norte, entran por Oporto, y salvan las numerosas exclusas del río Duero hasta llegar al enclave fronterizo. Desde allí, y sin salir de los barcos para lo necesario -al parecer temen a los portugueses en un claro ejercicio de aporofobia-, se suben a autobuses que les llevan cientos de kilómetros hasta Salamanca, Ávila o Segovia, sin reportar ni un solo beneficio a la zona donde se hospedan. Todo ello con la complacencia de las instituciones y ante nuestra atónita mirada, como la de las vacas al tren.

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