Salamanca y el saber mantienen desde hace siglos una muy especial relación simbiótica en la que el uno ha terminado formando parte de la otra ... y viceversa. Trilladas como tengo las capitales europeas, os aseguro que no encuentro una afinidad semejante.

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Que exagero, piensan algunos con los que comparto mi fascinación por ese maridaje entre la piedra y la idea, entre el frío y el logos, pero a las pruebas me remito. A ver en qué otra ciudad organiza una biblioteca una conferencia sobre “La clase política en la comedia aristofánica”, como la de esta semana en la Casa de las Conchas, a esa hora en la que el lar ejerce una fuerza de atracción en dirección contraria al helor callejero de magnitud gravitatoria, y llena el aforo. Eso por ahí fuera no pasa. Y además, los salmantinos no solo asisten y escuchan, asimilan y dialogan, sino que también se divierten. Porque la cosa tiene guasa. Todo un signo de esperanza en estos tiempos del ciudadano “incompleto”, como describe José Carlos Ruiz a los sujetos atrapados en la postmodernidad, todo un bálsamo revitalizador para afrontar la política y los políticos con otro ánimo. Porque Cleones, como bien dio a entender entre sonrisa y sonrisa Mikel Labiano, los había en la Atenas del siglo V antes de Cristo y los hay ahora. Y, antes como ahora, el único remedio contra un Cleón parece ser que aparezca otro más Cleón que él. Para quien no me siga y no tenga Google a mano, recordaré que Cleón fue un político populista, maleducado, sin formación y demagogo, al que Aristófanes criticaba en sus comedias sin un solo pelo en la lengua y gracias al ejercicio de la libre expresión que permitía la democracia.

Y en la lectura de los pasajes de “Los caballeros”, reconocerá el lector muy fácilmente a políticos contemporáneos merecedores de los mismos versos, sin por ello caer en el relativismo pesimista del todos son iguales. Así, por medio del saber y del humor, se hace más llevadera la carga de la política actual. Conocer cómo fueron las cosas lleva a la conclusión de que así siguen siendo, sin que la condición humana se imponga como apisonadora de los avances, que a pesar de todo va consiguiendo la Humanidad. Sin caer en el conocimiento sentimentalista, ni en el que se limita al aquí y al ahora, sino abrazando el pensamiento crítico que solo del saber surge. Y así es como la idea se cultiva, cualquier noche de invierno en Salamanca, una idea que enlaza la eternidad con el instante y toma nuevo cuerpo en un renovado saber. Y se cumple cumple el ciclo. Mientras hace frío, mucho frío.

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