Viendo como Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en luz y guía espiritual del gobierno de Castilla y León, no esperaba menos de nuestra consejera ... de Educación. Inmediatamente después de que la idolatrada lideresa madrileña levantara la liebre del peligro que tienen ciertos manuales de la ESO y Bachillerato, este pasado fin de semana Rocío Lucas también nos anunciaba que ella pondrá inmediatamente a trabajar a sus inspectores en la caza de esos gazapos, desvaríos y trampas ideológicas que bien pudieran estar camufladas entre los números y las letras de los libros de texto como conejos por rastrojo.
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La verdad es que personalmente, no puedo menos que compadecerme un poco de todos estos cazadores ideológicos. Pudiendo estar tirados en cualquier playa leyendo alguno de esos bestseller de moda que recomiendan los dominicales o incluso algún tebeo de Mortadelo y Filemón que es lo que procede con este insufrible calor que tanto derrite nuestras neuronas, tendrán que pasarse el verano como alumnos repetidores con esos tochos que se meten entre pecho y espalda nuestros adolescentes para irle chivando a la consejera en qué página del manual de geografía e historia, matemáticas, literatura o física y química han encontrado esa paja ideológica que pudiera tragarse sin darse cuenta cualquier inexperto y descuidado chaval para soltarlo en sus exámenes creyéndolo ciencia cierta, o lo que es peor, para convertirlo en un ser que acarrea serias taras doctrinales con credos e ideas torticeras.
Por cierto, no estaría mal, que allá por septiembre u octubre, nuestra consejera haga pública la lista de todas esas filfas y patrañas que los sectarios han ido introduciendo al descuido en los manuales para que todos juzguemos hasta dónde puede llegar su ciego y alevoso fanatismo. Claro, eso siempre y cuando a los tribunales de justicia como ha ocurrido en la Comunidad de Madrid, no les de por paralizar la circular pareja a la que la presidenta Ayuso había enviado a los centros de Secundaria, advirtiéndole que ella no es quién para vulnerar la autonomía pedagógica de esos centros y las competencias del claustro de profesores, único escrito en el que por el momento parece haberse detectado precisamente un claro manifiesto ideológico tratando de imponer sus principios e ideales a los de los profesionales de la educación.
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