Algún soriano despistado bien podría haber pensado el pasado viernes que estaban sufriendo una invasión de traje y corbata. Venga a desfilar coches oficiales en ... un frenesí político de consumo rápido. Hasta un helicóptero versionado del Falcon. Tocaba ahorrar porque Soria solo está a 185 kilómetros de Madrid, y no es plan de exhibiciones, aunque sin aeropuertos, de poco te sirve un avión presidencial.

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Ya que iban a imbuirse del espíritu de la España despoblada, bien podían haber disfrutado del encantador viaje en tren desde la capital del país a la capital del torrezno. Un agradable trayecto de más de tres horas, a 60km/h en algunos tramos, disfrutón, de esos de mirar por la ventana hasta que Morfeo te reclama para una siesta con baba incluida... y luego da tiempo a preparar una oposición de notario, un placer para los sentidos. Esa ración del día a día de los miles de paisanos que cada día viven en el ‘desierto demográfico’ no les hubiera venido mal a los próceres, así, en primera persona. Castigados sin helicóptero.

Ya puestos, podían haber intentado acceder a la verdadera alta velocidad ferroviaria, solo hay que cambiar de comunidad, saltar a Aragón, e ir hasta Calatayud y disfrutar de la modernidad. Ah no, que no hay ni tren ni autobús para llegar hasta allí. ¿Qué extraño verdad? Bueno, siempre nos quedará el recurso medieval, ir en burra, más exactamente, en Margarita, que es el equino que acompaña al alcalde de Torrubia en sus reivindicaciones a la falda del Moncayo. Él sí es un político que conoce los males de la despoblación. Su lucha, y la de muchos, es ‘fichar’ a niños para que no cierren la escuela y que el bar (también conocido como centro de jubilados, teleclub, tienda y quitapenas) siga abierto, esos son los pilares en los que cimentar su supervivencia.

Pero qué saben de eso los Sánchez, Rivera, Belarra, Casado o Valls, todos los que desfilaron por la feria de la Repoblación para, con palabras bonitas, decir que están muy implicados, involucrados, sensibilizados, concienciados... en la lucha contra el reto demográfico, otro eufemismo de manual para vender en positivo un problema real de esta tierra, la despoblación. Tras discursos trufados de titulares, un paseo con su ración de torreznos y de vuelta a la capital. Mañana tocará otra cosa: indultos, encuestas, elecciones, o lo que sea, y ellos seguirán en sus coches oficiales, atravesando la España despoblada camino de la tumbona. O en helicóptero.

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Y ahí se quedará la burra Margarita, mirando hacia el colegio, echando de menos a los niños. Preguntándose qué es eso que brilla en la tierra en la que solía dormir la siesta. Ha escuchado que lo llaman ‘planta fotovoltaica’, pero ni crece, ni es verde, ni da comida... A ella también le da la sensación que le están invadiendo, aunque estos no llevan traje y corbata. Tampoco helicóptero, será que están castigados.

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