En este país nuestro tan de pedir carnés para casi todo, resulta que no hay ni un miserable cursillo que acredite la capacidad de los ... que acudimos a las urnas. Aquí cualquiera puede votar.
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Estaremos de acuerdo en que lo suyo sería que fuesen los candidatos a servir los que demostrasen que sirven, pero sabemos que no serviría de nada. Los votantes depositaríamos nuestro voto como hasta ahora, movidos por simpatías y antipatías generadas por los publicistas que se encargan de tocar las teclas de nuestras emociones. Vamos, que seguiríamos votando, sin conocimiento, al líder cuyo equipo de campaña hubiese estado más hábil. Como cada siempre.
Insisto en que lo suyo sería seleccionar a los líderes políticos con algún tipo de prueba que midiese sus aptitudes y actitudes, su experiencia, sus conocimientos y su nivel de coherencia. Pero si no se ponen de acuerdo ni para cambiar la ley electoral con el fin de que sea más justa, mucho menos van a pactar un concurso-oposición para seleccionar a los que quieran optar a un cargo público. Descartado el carné para políticos.
Pero quizá lo del carné de votar tenga más futuro.
Se me ocurre que podría funcionar de un modo análogo al carné de conducir. Por ejemplo, si uno quiere votar en las elecciones de su ayuntamiento, pues tiene que estudiarse los programas de los que concurren y aprobar unos test que acrediten su capacidad para depositar una papeleta con conocimiento de causa para elegir al alcalde de su pueblo o ciudad.
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Que lo que se quiere es participar en las autonómicas, pues lo mismo; como el que se saca el de coche aunque tenga el de moto. Para las generales, igual; aunque con mayor dificultad por la cantidad de propuestas políticas que se ofertan. No digo ya nada para poder votar en las elecciones europeas; en este caso sacarse el carné de votar sería como aprobar el de vehículos pesados. Muy pesado.
No es ninguna tontería, en serio. El hecho de que sólo pudieran votar aquellos ciudadanos que hubieran sacado su carné —renovable cada cierto tiempo, dependiendo de las elecciones en las que se quiera participar— mejoraría notablemente la calidad democrática.
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Con este sistema los populismos pasarían a tener un apoyo residual y los políticos de maquillaje, foto y fuegos de artificio quedarían retratados en las urnas por unos electores conscientes y consecuentes.
Si el 23 de septiembre la mierda de líderes políticos que tenemos en la actualidad no llegan a un acuerdo de gobierno —que no parece—, el próximo 10 de noviembre votaremos por cuarta vez en cuatro años para elegir a nuestros representantes en el Congreso. Y como no hay carné de votar, para ellos volveremos a ser carne de votar. Sin tilde.
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