Seguro que ustedes lo recordarán. Allá por junio del 97, un grupo de empresarios salmantinos con el apoyo incondicional del alcalde Julián Lanzarote y la ... aprobación de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta, colocaban sobre el cauce del Tormes un barco.
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Aunque los promotores de la idea parecían iluminados por los delirios que procura la más efervescente fantasía, convendría anotar que el barco era de mentirijillas. La intención, por tanto, nunca fue remontar el Tormes, sino simplemente fundar un pintoresco y hortera negocio de hostelería bien encallado a puerto. Quizás por ese detalle, el barquito fue un completo fiasco que recibió varios cañonazos en la línea de flotación por parte de ecologistas en acción y que nunca consiguió remontar las corrientes de un negocio ruinoso. Ni como cafetería, ni como discoteca, ni como sala de conciertos. Finalmente sería clausurado en 2004, embadurnado con un oscuro episodio con defunción incluida. Un día, alguien hasta le prendió fuego dejando para la posteridad una perturbadora imagen entre épica y apocalíptica.
Hoy me viene a la memoria la historia de aquel barco encallado en el Tormes leyendo un escrito en facebook del parlamentario regional Salvador Cruz, uno de los integrantes de ese grupo que se ha dado en llamar “desleal” hacia la actual cúpula del PP en Salamanca. Escribe Cruz: “Observo cómo el barco del Partido Popular de Salamanca permanece encallado a orillas de nuestro río Tormes, con la tripulación abandonando el barco, cada vez con menos combustible, sin timón ni timonel, al tiempo que a unos pocos solo les preocupa mantenerse en la cabina de mando”.
Y me deberán ustedes perdonar la irreverencia, pero de pronto he visto al señor Mañueco, Carbayo, Iglesias y al resto de los puestos de mando, tranquilamente disfrutando de unos maravillosos cócteles a la luz de la luna de Salamanca, vestidos de marineritos sobre la cubierta de aquel viejo barco de mentira encallado en el Tormes mientras ondea al viento la bandera del PP. Y he visto que por estribor remontando con mucho sigilo el puente de San Esteban, ya se acerca pidiendo emociones fuertes la tropa de asalto de los ocho rebeldes díscolos, peligrosamente vestidos de piratas y armados hasta los dientes.
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Así que en fin, vayan acomodándose en sus asientos. Desde luego, la batalla promete.
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