Si lo que propone Vox con respecto a las armas llegara a progresar y no me extrañaría mucho que encontrase aliados predispuestos a apoyar este ... tipo de disparates, con todos mis respetos para lo que cada uno elija, yo me pido una ballesta. De acuerdo que el florete puede que sea mucho más elegante, la pistola un poco más cómoda y práctica, la ametralladora desde luego más efectiva y el lanzallamas más infalible, pero yo lo tengo claro. Particularmente le encuentro a la ballesta ese puntillo de nostálgico romanticismo, nobleza guerrillera y sana deportividad que encaja a la perfección con mi personalidad.
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Eso sí, no vayan a pensar que me conformo tampoco con cualquier ballesta. Por ejemplo: no me imaginen con aquel pobre artilugio que Guillermo Tell disparaba a la manzana colocada sobre la cabeza de su hijo. Tampoco piensen en esas exiguas versiones de arco y flechas de corte medieval que Víctor Mora y Ambrós dibujaban en manos de los más dispares enemigos que encontraban en sus respectivas aventuras El Jabato o El Capitán Trueno. Lo que yo quiero exactamente es un pedazo de ballesta como esa que carga sobre el hombro por los contornos de un fantasmal Washinton DC, Daryl Dixon en The Walking Dead, es decir, esa máquina capaz de perforar el cerebro de un muerto viviente a 350 metros de distancia.
Puede que sea un poco fastidioso tener que salir de casa todas las mañanas por el barrio Garrido con mi ballesta al hombro y una docena de flechas metálicas, por si de pronto, se me cruza algún delincuente con esas malas intenciones que siempre traen y en mi legítima defensa le deba plantar una flecha en plena frente, pero ya nos iremos acostumbrando.
También he de reconocer que, por el momento, lo más cerca que he estado de disparar una ballesta son aquellas partidas de dardos que jugábamos con los colegas en El Ensayo, un bar muy posmoderno que existía en el barrio del Oeste, pero pienso ponerme al día. De momento ya voy por la octava temporada de The Walking Dead, asimilando los modos y maneras del valiente y leal Daryl, sin duda mi personaje favorito de la serie y quien en realidad me ha contagiado esta apasionada afición por la ballesta.
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