Acabo de enterarme que ya no soy Géminis. Yo que alardeaba de buen humor, de ser sociable, curioso y hasta divertido, de saber comunicar, de poseer una gran imaginación... ahora, de la noche a la mañana y por obra y gracia de Ofiuco, descubro que ... soy Tauro. Y, la verdad, no me encuentro.
Publicidad
Menos mal que hasta la NASA ha salido al paso para desmentir la incorporación de un nuevo signo zodiacal a los doce clásicos. Aunque allí estudian astronomía, y no astrología, su portavoz ha tranquilizado al personal informando de que fueron los babilonios hace 3.000 años quienes descartaron la constelación de marras para hacer el calendario zodiacal que todos conocemos.
Por eso, no entiendo ese interés por meternos a Ofiuco con calzador cada vez que comienza un nuevo año. Solo puedo suponer que se trata de un signo que, si se fijan, va como anillo al dedo a nuestra clase política. Representado como un hombre que lleva una serpiente, está considerado como un signo de agua. Y, según leo, las personas nacidas bajo esta constelación serían idealistas, soñadoras y humanistas con grandes valores (vamos, la definición de un político), mientras que en su lado negativo se mostrarían irresponsables e hirientes (blanco y en botella).
Porque lo de este lunes ha sido como para echarse a llorar. Seguidores de Bolsonaro intentan dar un golpe de Estado en Brasil asaltando las sedes de los tres poderes del país. No aceptan el resultado de las elecciones democráticas. Un movimiento parecido al que ocurrió con los partidarios de Trump en su fallido asalto al Capitolio de Estados Unidos hace ahora dos años. Lo normal es condenar este peligroso acto que tiene el riesgo de normalizarse. Sin embargo, la primera reacción de la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, es decirle al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez que con él, en España estos actos serían ahora “un simple desorden público”. No le falta razón a la logroñesa, pero no era el momento, ni mucho menos. Su tuit ha quedado como un regalo envenenado a su compañero Borja Sémper, a quien ha recuperado Feijóo para ser el portavoz del partido durante la campaña electoral, y que, de buenas primeras, ha tenido que lidiar con el exabrupto de su compañera de partido.
Publicidad
El coportavoz de Podemos, el leonés Pablo Fernández, no ha querido quedarse atrás y ha soltado que “lo que está haciendo Bolsonaro en Brasil con una turba de fanáticos lo está haciendo Feijóo con togados”, en una clara alusión al bloqueo para renovar el poder judicial en España. Y para ponerle la guinda, la otra coportavoz morada, Isabel Serra, ha espetado que “las derechas no respetan la democracia cuando la gente no vota lo que quiere que voten” y calificó como “golpe a la democracia” el gobierno salido de las urnas en Castilla y León.
Lo dicho. Están todos bajo el signo de Ofiuco, con unos alardes de irresponsabilidad difícilmente superables.
Más les valdría a todos ellos leerse el XII Barómetro de las Familias en España, de la Fundación The Family Watch. Según este estudio, los menores de 45 años consideran la formación de una familia como la última de sus prioridades por detrás de viajar, prosperar en el trabajo o formarse. Una cuarta parte de ellos consume o sabe de otros que consumen ansiolíticos porque sufren un deterioro en su salud mental. Y viven en niveles de pesimismo e incertidumbre parecidos a los que sufrían en pandemia. Ante este desolador panorama, ¿por qué estos ‘ofiucos’ no dejan de decirse tonterías unos a otros y evitan polarizar más la sociedad cuando tienen tanto trabajo serio por delante?
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.