BAILAR pegados no es bailar”, cantaba con voz estreñida Sergio Dalma hace años. ¿Quién iba a decir que, con el tiempo, el baile iba a ... ser motivo de escándalo (“el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos...”) al ser ejecutado nada más y nada menos que en la catedral primada de España? Prudentes han sido los medios que no se han ensañado en demasía con un episodio que, con ser inusual, no pasa de constituir una metedura de pata por parte de alguna autoridad eclesiástica. Dios me libre de echarle las culpas al pobre deán, que dimitió de su cargo con dignidad después de percatarse de la trascendencia de ese vídeo-clip protagonizado por dos horterillas que, además de sus sensuales contoneos, cantan. Si al menos la danza se hubiera desarrollado como indicaban admonitorios los directores espirituales de la posguerra, es decir, permitiendo que en los bailes “agarraos” el aire circulara holgadamente entre la pareja, otro gallo hubiera cantado, aunque no el de San Pedro precisamente.
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Alguien –seguramente el Maligno-- debió de engatusar a quienes autorizaron el polémico show con el pretexto de que se trataba de una “conversión” obtenida mediante la sublimación del amor. Pero, aparte de que en un momento de la canción se dice “yo era ateo, pero ahora te creo”, en otro pasaje de similar fuerza poética se alude a “las cosas que hago en tu cama”. Me pregunto si entre ellas se encuentra rezar lo de las “cuatro esquinitas”, recitar aquello de “tómalo, tómalo, tuyo es, mío no” o acaso entonar con unción las notas del “vamos niños al sagrario”, recuerdo de mis años catequéticos, cuando la personalidad del cura intimidaba y subyugaba al mismo tiempo. Intuyo que al deán, al ver el resultado artístico y apreciar en su justa medida las contorsiones entre nalguerío y horcajadura de los bizarros protagonistas, se le cayeron los palos del sombrajo. Y puede que el arzobispo no saliera de su asombro y se desplomara abrumado sobre la cátedra episcopal. Claro que, comparado con el colega mitrado catalán en plena coyunda con la novelista erótico-satánica, lo de Toledo no pasa de ser una simple anécdota.
La Iglesia ha dado notables bandazos desde que abandonó las misas en latín, por más que persistieran los cursillos de cristiandad, los cursillos prematrimoniales y los ejercicios espirituales. Recuerdo que uno de los últimos Papas se empeñó en prohibir en los templos toda música que no fuera estrictamente religiosa. Hoy habría que preguntarle a Berdoglio (demasiado peronista para algunos) si un tango podría tener cabida bajo la cúpula de San Pedro.
Me pregunto ahora si los Tanganos se hubieran atrevido a proponerle esa “cosa” a un mulá barbudo, a un imán, con o sin barba, o a un rabino de sombrero negro y bucles ensortijados. Pero me temo que no hay huevos.
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