Se acabó el idilio entre Vox y el PP en la Comunidad de Madrid. El jueves dijo Ayuso que a partir de ahora cada uno ... seguiría su camino. Fue en el último pleno de legislatura, ya que el próximo día 3 de abril se convocarán las elecciones municipales en toda España y autonómicas en aquellas regiones que, como Madrid, lo tienen establecido en sus respectivos estatutos.
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La presidenta de la Comunidad madrileña se ha hartado de la arrogante Rocío Monasterio que, desde fuera del Gobierno, se ha dedicado en este último año y pico a boicotear muchos de los proyectos de la lideresa de Madrid. El último ha sido tumbar la ley de incentivos fiscales a inversiones extranjeras que quería poner en marcha Ayuso como contrapeso al impuestazo de Sánchez a las grandes fortunas.
“A partir de hoy, cada uno sigue su camino”, dijo con contundencia Ayuso, sabedora desde ya que su alianza con el partido de Santiago Abascal le resta más que le suma y mucho más después del fiasco de la moción de censura. Monasterio no tiene nada que hacer frente a Ayuso. Diría que ni siquiera entre los votantes de Santiago Abascal. Pero en esto de las rupturas, como en otras muchas cosas, la lideresa madrileña marca el camino. Y a partir de ahora se abre la veda para que haya un aluvión de rupturas políticas de cara a las elecciones del 28 de mayo.
Carbayo tiene suerte porque se libra de tener que comunicarle a sus socios, Ciudadanos, que se acabó la convivencia pacífica. Los naranjas están en descomposición absoluta y la división interna que están viviendo no favorece ni siquiera a quien tiene más posibilidades de ser la candidata, Ana Suárez. La buena imagen que tiene la primera teniente de alcalde puede quedar tocada por los “líos” internos. A estas alturas todavía no se sabe quién liderará la lista.
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El archivo de la causa sobre el asunto de las primarias también favorece al PP. Carlos Carbayo como candidato al Ayuntamiento y nuevo líder de los populares y Javier Iglesias como candidato a la Diputación se han quitado un peso de encima. Una losa que los ha tenido en vilo durante cuatro largos años en los que han recibido la condena pública sin ser culpables, como ha dicho ayer el Juzgado de Instrucción número 2 de Salamanca.
No ha sido tan buena noticia para la oposición, fundamentalmente para el PSOE que se no se ha cansado en estos años de pedir la dimisión de Javier Iglesias. La última vez hace menos de un mes, cuando ya eran sabedores de que no había asunto, vamos, que no había delito.
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A Mañueco seguramente también le gustaría romper peras con los de Abascal y, sobre todo, con el novel vicepresidente Juan García-Gallardo, que le ha dado muchos quebraderos de cabeza con su verborrea de adolescente. Pero no es momento, porque el presidente de la Junta de Castilla y León se libra de la condena de someterse de nuevo a la decisión de los ciudadanos en las urnas, de las que nunca se sabe con qué resultado se puede salir.
El líder popular sabe lo que es lidiar con los matrimonios mal avenidos. Le tocó en suerte, mucha suerte desde luego, convivir políticamente con Ciudadanos y con un Igea que se resistió todo lo que pudo ante la dirección de su partido a pactar con el PP. Tras dos años y medio de difícil convivencia, rompieron. Mañueco convocó a los ciudadanos a las urnas el año pasado y se equivocó porque solo cambió Ciudadanos por Vox, pero la convivencia sigue siendo tan complicada como la que tenía con los naranjas y los roces son mayores con Gallardo que los que pudo tener con Igea, pero... nadie le garantiza hoy una mayoría absoluta y es mejor quedarse como está.
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