Hace tanto frío ya, que cuando salgo a la calle no puedo dejar de pensar en que este año 2020, además de la vida y la salud de tantos, se ha llevado las mantas y otros enseres necesarios para sobrevivir a los duros inviernos de ... tantas localidades españolas. No hablo en sentido figurado. Además de las largas colas del hambre que configuran el más triste paisaje de tantas aceras, hay personas en nuestro país que no tienen calefacción o que incluso carecen de vivienda donde guarecerse. La segunda ola de la pandemia ha socavado los ingresos de muchas familias que no consiguen hacer frente a los estragos de esta tragedia, que dura más de lo que nadie habría podido imaginar. Los comedores de los pobres están repletos de historias desdichadas, protagonizadas por hombres y mujeres, que hasta hace poco gozaban de una existencia “normal”, apretada a veces, como no, con las cuentas justas casi por norma, pero normal y hasta satisfactoria.

Publicidad

Las caras de algunos de sus usuarios casi rozan la vergüenza , como si ellos hubieran hecho algo malo y lo que les sucede no fuera producto de los caprichos de la diosa Fortuna. Es muy difícil recoger la caridad de otros sin sonrojarse. De entre todos los testimonios pavorosos que he recopilado de estos comedores de pobres y de los almacenes de tantas asociaciones benéficas a los que van a recoger alimentos los que no los tienen, no se me olvida el de un chaval que no terminaba su almuerzo y se guardaba el plátano en el bolsillo, “para mi abuelo”. Tampoco el de un chico de unos treinta años que me contaba que “no soy capaz de comer en un comedor de pobres. Prefiero ir a un almacén y llevarme lo que me den para casa, sin que me vea nadie... Yo antes no era pobre ¿sabes?” Las imágenes de guerras, campos de refugiados e inmigrantes nos han endurecido el corazón por la frecuencia. Es como si pertenecieran a una película donde los que sufren no tienen nada que ver con nosotros. La pandemia, sin embargo, nos ha quitado la venda y nos ha hecho ver que también a nuestro lado y entre nosotros hay personas que padecen. Es el momento de ayudar aquí o allá. Lo que se pueda y como se pueda. Con que consigamos que se beneficie una sola persona, ya habremos puesto nuestro granito de arena. Y debemos hacerlo. Aunque solo sea por el puro egoísmo de pensar que, en un mundo como el nuestro, donde no hay nada seguro , cualquier día podemos necesitar que otros -aquí o en cualquier lugar- lo hagan por nosotros.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad