Así, a primer golpe de oído, la palabra “cortijo” despierta la estampa de un campo colmado de sol y aroma de olivos, donde ladran los ... perros para anunciar el regreso de las yeguas, a las cuadras de la gran casa blanca. Así, a primer golpe de oído, la palabra “cortijo” se dilata en el paisaje y labra la tierra, mientras, entre las cañahejas, una voz por soleares se solapa a los silencios del aire. Así, a primer golpe de oído, la palabra “cortijo” reúne en la fresca a hombres, mujeres y niños; unas pocas sillas de enea para sestear la fatiga y la calor, antes de aparejar los caballos para encaminar las reses hacia los correderos del atardecer, antes de que la noche del sur lo oscurezca todo y canten machaconamente los grillos. Fin del idilio. Punto y aparte.
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Hoy lunes, se vota la moción de censura con la que el PSOE de Castilla y León quiere echar a Alfonso Fernández Mañueco del “cortijo”. Porque el “cortijo” ha sido, desde tiempos inmemoriales, la metáfora de ataque con la que los socialistas de estos lares se han “enllenao” la boca para intentar derrotar a la derecha, sin alcanzar éxito alguno. La curiosidad me ha llevado a rastrear las hemerotecas en busca del término “cortijo” dentro de los sermones y diatribas socialistas de nuestra tierra. Y hete aquí que gana por goleada Fernando Pablos, secretario provincial del PSOE de Salamanca, quien ha hecho de la palabra “cortijo” una embestida tan repetida, fracasada y hostil, que debe tener ya escocida la lengua con los escombros de sus letras. ¡Ah, este muchacho la tiene cogida con el cortijo, con la misma terquedad del macho que va tras el fato de la verraca! –me dice un amigo con su ironía rural-. Debería retirarse. Pero los socialistas de Castilla y León llevan décadas de inmunidad contra las derrotas, y lo único que les importa es conquistar un sillón (en el cortijo) donde poder sestear a cambio de pose y pasta. Ya lo ha avanzado el propio Tudanca: “Si fracasa la moción, no pienso dimitir”. Porque en política se puede intentar el asalto al cortijo sin miedo a perder el sueldo. Señor Tudanca, señor Pablos, sus bravuconadas y cinismo resultan tan irritantes como las del amo de Moncloa.
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