Fernando Alonso ha vuelto al podio, aunque no es noticia, pues el piloto asturiano nunca se fue y nada tiene que demostrar a sus 41 ... años, con una vida deportiva plagada de éxitos y también de frustraciones, las mismas que marcan el camino del triunfo -o del fracaso- para él y para todos. Como reza la célebre frase de otro gran campeón de Fórmula-1, Mario Andretti, “si todo está bajo control, es que no vas lo suficientemente rápido”.
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Pero no voy a escribir del Alonso piloto, que a mí no me tiene que demostrar nada, pues lo considero un héroe nacional. Como en otras ocasiones, quiero ensalzar su espíritu, su ejemplo, su tenacidad, y también su españolidad... pues España necesita, más que nunca, españoles que no dejen caer todo lo que hemos conquistado y que sirvan de referente a una sociedad, la nuestra, hoy cansada, apática, enfadada consigo misma y con el mundo.
Desde que ganara su segundo título mundial de F1 en el ya lejano 2006, a Alonso los españoles no sólo lo dejaron de lado, sino que lo criticaron con una agresividad enfermiza. La “marea azul” de sus temporadas en Renault se disolvió y todo eran “haters”, en realidad envidiosos haciendo gala del español y los siete pecados capitales (gracias Fernando Díaz-Plaja). Años y años criticando sin saber, ni del esfuerzo ni de los sacrificios, pues muchos tienden a creer que la F1 es un paraíso de chicas, lujo y adrenalina, quizá mal acostumbrados por la atmósfera borreguil del fútbol y sus excesos.
Fernando Alonso, ahora de nuevo en el podio con 41 años en un mundo de chavales voladores, no es sólo un gran campeón, debería ser (como Nadal, como Márquez, como Carlos Sainz padre e hijo...) un modelo de actitud y comportamiento para una España que se ahoga con el vómito de la desilusión por culpa de unos políticos canallas y semianalfabetos que están a un paso de destruirnos si no ponemos freno a sus fanatismos, a sus corruptelas ya cronificadas y “normalizadas”. Declaremos la guerra al mediocre.
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Por eso pido el voto para Fernando Alonso, presidente; para que prenda su espíritu de lucha en nuestra sociedad, su espíritu de Pelayo, irreductible como Astérix al invasor que, en su caso, han sido las críticas crueles e injustas y hacerle frente sin malos gestos ni quejas al fracaso, por duro y continuado que fuera. Esa es la España con la que sueño y a la que deberíamos votar. La España que acelera, y nunca mejor dicho.
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