El año que viene cerraremos la gran deuda que tenemos con Alfonso IX de León con la talla de su medallón en la Plaza Mayor ... de Salamanca. No se merece menos el mecenas del Estudio salmantino, hoy Universidad de Salamanca, o USAL. Nos hemos tomado nuestro tiempo porque aquello sucedió hace más de ochocientos años, durante los cuales hemos atesorado un patrimonio artístico formidable, que el propio rey ni imaginaba porque a él lo que le iba, según sus biógrafos, era la guerra, aunque también desplegó un corpus legislativo interesante con fines repobladores, y hasta algunos lo encumbran por haber convocado las primeras cortes de la Humanidad. Algunos.

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Si hoy pintamos algo en este planeta que se balancea al borde del precipicio es por aquel Estudio, así que ya está el artista Óscar César Alvariño dándole al cincel, que la deuda genera intereses, y además corre prisa tapar el vacío que dejó el dichoso dictador en el Pabellón Real de la Plaza Mayor, donde estaba de “okupa” y con muchos haciendo la vista gorda. Porque ahí es donde debe estar Alfonso IX, entre sus parientes y colegas, los reyes, cerca del primer –y único—rey salmantino, Alfonso XI, y a cierta distancia de quien fue mecenas de la Plaza Mayor, que es otra de nuestras joyas, Felipe V. Tendrá de vecinos a Isabel y Fernando, Carlos I o Felipe II, también, bajo el patronazgo de Fernando III El Santo, igualmente figura “universitaria”. Por eso se llama Pabellón Real, porque se pensó para los reyes. Igual que el Pabellón de San Martín está para las glorias de nuestras armas y conquistas, y el de Petrineros para las figuras de nuestra cultura. Algunos piensan que aquí estaría su lugar. No soy de esa opinión.

Santa Teresa saldría escopetada sabiendo que el buen y belicoso rey estuvo excomulgado; el pacificador Juan de Sahagún, la seguiría en la fuga y otro tanto haría Fray Luis de León, santo varón. Y Francisco de Vitoria, imagine, con lo que era para la paz. Sólo veo en la comunidad de Petrineros como partidarios a Wellington y Julián Sánchez, El Charro, ambos militares. Quizás Cervantes, que tuvo sus cosas con las armas. Y en cuanto a Juan de Borbón... qué más da. Y, desde luego, pongo del lado de la paz a Tomás Bretón, que este jueves cumpliría años, y a Unamuno, que le gustaba dar guerra, pero nada la pólvora. No me encaja aquí nuestro Alfonso IX y sí entre los suyos, donde algunos acrecentaron la fama del Estudio, como los Reyes Católicos. Vamos, yo tengo tan claro que el rey Alfonso IX debe estar en el Pabellón Real, como que el dictador era un “okupa”. Tampoco creo que pinten nada Fernando VII o Carlos IV, cuyo paso por la Historia de España en mejor olvidar, pero este es otro asunto. No tengo ni arte ni parte en la cuestión. Supongo que la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Salamanca son los competentes, así que Gonzalo Santonja y María Victoria Bermejo tienen que decidirlo, aunque yo evacuaría muchas consultas. Muchas. Porque dar marcha atrás queda luego muy muy feo. Suerte.

Ya lo he dicho, este jueves don Tomás cumpliría años y los vecinos de su barrio le han preparado un homenaje en la plaza de su nombre, al lado de la cicatriz dejada por el derribo de su teatro, al pie de su escultura y a pocos metros del lugar en el que estuvo la casa donde nació. Será uno de los protagonistas del nuevo año con el centenario de su muerte. Uno puede imaginar a Tomasito en la pensión que regentaba su madre escuchando a los músicos alojados hablar de la función de ayer en el Teatro del Hospital o en el café de este o aquel, aprendiendo los trucos prácticos de la música y hasta concertando alguna función clandestina.

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Ahí se fraguó todo. También en la Escuela de San Eloy. Luego vinieron Madrid y las grandes ciudades, las zarzuelas y las óperas, el Poema Sinfónico a Salamanca, una jubilación que le dejaba en la miseria y una ciudad que se volcó con él. Bretón fue mucho Bretón. Espero que lo que se programe en el nuevo año para el centenario lo ponga en valor y sobre todo, que se celebre en paz, que buena falta nos hace. Feliz año.

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