Una madrugada de la primavera de 2013, algún tiempo después de que su exjefe lanzase aquella peculiar pregunta de ¿quién es la DGT para decirme ... a mí las copas de vino que puedo o no beberme?, el enigmático conductor al que hoy nos referimos circulaba dando bandazos a derecha y a izquierda con su Mercedes Benz A-160 CDI por la céntrica calle madrileña Doctor Velasco con una castaña olímpica.

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Tras chocar contra tres vehículos (uno de ellos el del futbolista del Getafe Borja, que al día siguiente le lanzaba un “gracias por reventarme el coche”), alguien llamó a la Policía que, personada en el lugar, le sometía a las pertinentes pruebas de alcoholemia. El propio conductor reconocería: “Me lo he bebido todo”. Aunque cuadruplicaba la tasa de alcoholemia, afortunadamente el incidente se saldó sin que enviase a nadie al otro barrio. Por aquel entonces, el tipo que manejaba el volante borracho, aunque era habitual en todo tipo de tertulias televisivas y se aplicaba con frenesí salvaje a la crítica de cualquier político que no comulgase con sus ideas, felizmente ya no formaba parte de la política activa.

“He llamado a Garrido mierda. Lo retiro. Quise decir: tránsfuga de mierda” o “Jódete, imbécil: Avalmadrid. Así os empuren. Idiotas”. Estas declaraciones, dirigidas a algún político con los que disentía, son del mismo personaje que conducía aquella noche el Mercedes, demostrando que fuera del automóvil también solía maniobrar en permanente estado de embriaguez quizás porque nadie le sometía a la oportuna prueba de alcoholemia antes de participar en una tertulia o redactar un tuit. “Arrimadas es físicamente atractiva como hembra joven. Políticamente es inconsistente”. Es otra de las vomitivas perlas en formato tuit del conductor ebrio.

Pues bien, este distinguido piloto, del que ustedes ya habrán adivinado identidad y una naturaleza tan altamente tóxica e inhabilitada para el oficio de la política activa, entendida ésta en el sentido más noble y saludable del término, es el chófer elegido para conducir la carrera política de Isabel Díaz Ayuso. El desequilibrado ventrílocuo que susurra el perverso e inflamable discurso de la presidenta que sonríe pérfida cada vez que le preguntan por sus ambiciones políticas y su lealtad a Casado.

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Muy comprensible, por tanto, que más de uno cuando la escucha hablar, piense en aquel Mercedes dando bandazos de madrugada.

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