A mediados de los sesenta del siglo pasado se produjo un movimiento de renovación y modernización de algunos aspectos en la Iglesia Católica, a raíz de la celebración del Concilio Vaticano II. Se denominó aggiornamento, un término italiano que significa actualización. Fue el intento ... de puesta al día de una Iglesia que quería adaptarse al mundo moderno.
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Han pasado casi sesenta años y esa reestructuración eclesial no se ha terminado de concretar o al menos no ha dado los frutos apetecidos. La preocupante situación la ha definido en dos frases el nuevo obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo, José Luis Retana, en sendas intervenciones que acabo de leer. Por un lado, asegura que cada vez hay menos fieles y son más mayores. Y, por otro, apunta que “no hay sacerdotes y no los va a haber”. Un panorama descorazonador.
Por eso, el Papa Francisco ha abierto un Sínodo -una especie de asamblea- para dar voz a todos los católicos que quieran aportar sus ideas.
Aquí, en Salamanca, muchos de ellos llevan trabajando meses para consensuar un documento con diferentes reivindicaciones, que se presentó el pasado sábado, junto a los de otras diócesis, en la Conferencia Episcopal.
Los católicos salmantinos no difieren apenas de lo que reclama el resto de fieles españoles: ansían una Iglesia más inclusiva con los homosexuales, los divorciados, las personas mayores, los discapacitados, los pobres y, sobre todo, con mucho más protagonismo de la mujer. No se trata de que las féminas participen como asistentes en cuestiones de la Iglesia -que ya lo hacen-, sino que intervengan de forma activa en los centros de toma de decisiones, por ejemplo.
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Ya hubo un documento de junio del año pasado en el que se recogía el sentir de diferentes diócesis españolas, el cual sugería un diálogo sobre el celibato opcional, la ordenación de casados e incluso el sacerdocio femenino.
José Luis Retana ha recogido el guante y se ha comprometido a incorporar a mujeres en los próximos nombramientos de cargos que haga en la diócesis. No es extraño. Él mismo dijo que “la vida de la Iglesia la llevan las mujeres”. Y si ustedes son asiduos a su parroquia verán que son ellas las más numerosas y las que participan mucho más que los hombres de la vida religiosa. Es la pura realidad.
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Lógicamente, cada vez se habla más de estos temas en el seno de la Iglesia. Y se habla con total libertad, sin tapujos, aunque se encuentren voces discordantes. Pero parece que los cambios que plantea una mayoría no terminan de llegar. Todavía hay muchas parroquias que parecen un “club para pocos” en las que prima la “burocracia”. No lo digo yo, lo denunció ayer el Papa Francisco, que reflexionaba diciendo que a veces pensaba que debería ponerse en la puerta de las parroquias un cartel que dijera: “Entrada libre”.
Y eso es lo que busca el pontífice con este sínodo. Abrir la Iglesia a todos, generar espacios de escucha y acogida, lugares integradores, donde cualquiera que se acerque pueda quitarse esa mochila que todos llevamos a cuestas y, sin importar su procedencia, situación afectiva u orientación sexual, se sienta admitido y amparado.
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Queda mucho camino por recorrer. Y no va a ser fácil. Pero hace falta audacia para superar, por un lado la resistencia de parte del clero a cualquier cambio, y por otro, la pasividad de los laicos, que no encuentran motivaciones en la Iglesia tal y como es ahora. En las manos de los católicos está la posibilidad real de este aggiornamento.
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