El problema de España, de Occidente en general, es que lo damos todo ya por válido, consecuencia de los tiempos “modernos” -nos justificamos-, aunque hemos ... olvidado lo más importante: estamos aquí para ser parte de la natural evolución humana, no para involucionar. Éramos una civilización, y ahora no pasamos de una sociedad meramente consumista, ociosa, parte de un “show business” de alpargata dirigido por poderes muy, muy ocultos que igual montan una guerra biológica, como la del covid-19, o cuasi-fantasmagórica, como la de Ucrania, ambas con sus terribles consecuencias para todos.
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Pero mientras los problemas crecen, la estupidez también, lo cual nos está llevando a un descarrilamiento social generalizado. La educación, la cultura y la justicia son tres pilares básicos del modelo social que, si se resquebrajan, nos conduce directamente al punto en que ya nos encontramos: la decadencia. Y con un bajo nivel de educación (incluida la alfabetización) y cultural, vamos mal, muy mal, pero con una justicia desnortada, politizada, sospechosa y vodevilesca, ya podemos, creyentes o no, encomendarnos a la Divina Providencia. Porque todos esos adjetivos se le pueden aplicar a Santiago Pedraz, juez nada menos que de la Audiencia Nacional, que más que un juzgado de élite parece un Beverly Hills infectado de vanidades estratosféricas, ambiciones desmedidas, ansias de poder, conspiraciones todas y mucho champú suavizante. Con togas y a lo loco. Aún resuena en mi alta moral aquel “querido Emilio” con el que el Baltasar Garzón le pedía dinero al presidente del Banco de Santander para financiar sus estancias en Nueva York. Así, “querido Emilio”. Lo echaron de la carrera judicial pero ahí sigue, moviendo los hilos y el dinero desde los alfombrados bufetes madrileños... Y no pasa nada.
Y si Garzón es el prototipo de trepa profesional sin escrúpulos, lo de su compañero y curiosamente amigo Santiago Pedraz, es para “cum laude” en tontería y vergüenza ajena. Sus amoríos, sus copas de “Moët”, sus paseos en yate, sus anillos, sus perritos, sus poses, su boda y su no-boda en “Hola”, son de juzgado de guardia. Con qué cara se presenta un reo ante Pedraz, me pregunto. Yo me partiría de risa, además de recusarlo por falta de seriedad y decencia. Y es que un juez además de serlo tiene que parecerlo, ¿no creen? Pero una vez más... no pasa nada. Como cantaba Alaska, a quién le importa.
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