El BOE –Boletín Oficial del Estado— nos empuja a la oscuridad. Al lado oscuro, dirían los seguidores de “Stars Wars” o “Guerra de las Galaxias”. ... Escaparates apagados a las diez de la noche y también los monumentos, que son edificios públicos que suelen estar vacíos a esa hora. Una faena porque la Salamanca nocturna tiene tanto encanto –desde la Casa Lis a San Esteban, por ejemplo— como la diurna o incluso más. Ya he escrito en varias ocasiones que cuando se pone el sol sale otra Salamanca, como consecuencia, quizá, de esos últimos rayos que sacan el oro que esconden nuestras piedras. Hay en ello algo alquímico y hasta mágico, digno de la Cueva de Salamanca, que cantaron desde Cervantes a Luciano González Egido. Pero no nos equivoquemos, el encanto de la noche salmantina no está en la oscuridad propia de la noche sino en la luz que alumbra nuestros edificios, desde la fachada universitaria a la propia Plaza Mayor, cuyo encendido es un espectáculo que provoca admiración. Hay toda una larga e intensa historia de la conquista de la luz en la noche salmantina, que comienza con antorchas que el gobernador obligaba a llevar a quienes salían de noche a alguna gestión, aunque lo suyo era no salir. Luego llegaron las farolas de aceite y de petróleo o lucilina, y la iluminación eléctrica, que décadas más tarde se hizo artística al siluetear la Plaza Mayor o realzar nuestros monumentos. La gente que salió a ver aquellos edificios artísticos revestidos de luz decía que eran otros, que Salamanca era otra. El BOE destierra a las tinieblas a esa Salamanca sin considerar que es una fuente de riqueza por el turismo, y abre la puerta a la recuperación de los serenos porque más de uno no va a encontrar su casa con tanta oscuridad. Y si además lleva alguna copa de más... Solo los tunos son capaces de orientarse en estas condiciones. Volverán los serenos y las antorchas. A pesar de todo lo anterior hablamos de lo que hablamos. De un momento de emergencia. La energía achucha nuestras cuentas y estamos en guerra. Quizá no se haya dado cuenta, pero la guerra en Ucrania, tan lejana, está realmente cerca y formamos parte de un bando al que el presidente ruso se la tiene jurada. Por las buenas o las malas vamos a tener que ahorrar luz y será bueno negociar cómo. Si no queremos apagar los monumentos, habrá que llevar a negro otras cosas. Pero la realidad es la que es y a uno le recuerda mucho aquellos días de pandemia, encierro y desolación. Y lo dice uno que siempre preferirá la luz, también la artificial, a la oscuridad.

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La noche salmantina está inmortalizada en la Literatura. La noche de Espronceda en “El estudiante de Salamanca”, ese momento cuando “en sueño y en silencio lóbrego envuelta la tierra, los vivos muertos parecen, los muertos la tumba dejan”. Nada que ver con la noche serena de Fray Luis de León, o con la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz, ni con aquella “noche escura, con ansias de amores inflamada”, que proclamó Santa Teresa de Jesús. Los tres conocieron –unos más que otros—la noche salmantina, igual que Fernando de Rojas, cuya “Celestina” está cuajada de noche, como los textos de Unamuno, que en la noche escuchaba “el latido de mi pecho agitado”. La noche salmantina es mucha noche y lo es más con la luz que alumbra sus piedras más bellas. Años más tarde, Carmen Martín Gaite proclamaba “Entre visillos” su devoción por las noches del Casino, que los jóvenes que la sucedieron llevaron más allá de la calle de Zamora. La noche salmantina es sagrada, sobre todo cuando uno es joven y la noche también lo es hasta el amanecer. Cuando se tiene toda la noche por delante.

A las diez de la noche, con los escaparates apagados y los edificios públicos vacíos y oscuros, se nos animará a confinarnos de nuevo, y si salimos lo haremos con linternas de minero. Va a ser una Salamanca muy rara, como todo en estos días. La recién presentada Feria Taurina será por entregas y en fin de semana. Entre semana, nada. Y se ha anunciado también un pórtico ferial en forma de festival folklórico en las vísperas de Salamaq y las fiestas de Salamanca, que bien podría formar parte del programa de fiestas como en su tiempo el ciclo “Etnohelmántica”. Me pregunto si en septiembre ya tendremos fiestas a oscuras, incluyendo caballitos y conciertos. A ver si tenemos luces para arreglar este lío.

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