Hoy, Día de los Difuntos, no me resigno a recordar a uno de ellos, aunque sea en sentido figurado. Me refiero al malogrado exsecretario general ... del PP, Teodoro García Egea. Desde que salió por la puerta de atrás de Génova y casi entre una tomatada, al genial lanzador de pipos de aceituna seguramente le habrá dejado de sonar mucho el teléfono. Los que seguro le habrán recordado ha sido el grupo de críticos del PP de Salamanca, que por una u otra circunstancia se ha visto apartado del poder y había encontrado refugio en el murciano de las mil batallas.

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Defenestrado, hundido y humillado, los “desleales”, cada vez más disminuidos en número, han dejado de tener las puertas abiertas al chismorreo que tanto le gustaba a Teo García Egea, y que precisamente fue lo que acabó con él a cuenta de los chismes poco ortodoxos sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Con Teodoro se permitió el espionaje y la preparación de un dosier contra Isabel Díaz Ayuso. Con Teo, como se le conoce popularmente en el Congreso de los Diputados, se permitió que un grupo de “desleales” al PP de Salamanca, casi todos con cargos públicos u orgánicos, fueran a poner verde a la dirección de la que ellos formaban parte a espaldas del presidente, Javier Iglesias, y de lo que es más grave, sin que tuvieran conocimiento el líder regional del PP y presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco.

La salida de García Egea y del “yogurín” Pablo Casado ha puesto cordura y ha acabado con los desatinos y las confrontaciones que fomentaron en toda España. Y gracias en buena medida a que se cortaron esas prácticas mafiosillas y caciquiles, el PP ganó por primera vez en Andalucía por mayoría absoluta de la mano de Juan Manuel Moreno Bonilla.

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Los desleales, que como digo cada vez son menos en número, no han encontrado el eco que tenían con la anterior dirección nacional. Y como no han hecho caso a la media docena de firmas que piden que se convoque inmediatamente el congreso provincial de Salamanca, han presentado una denuncia en los juzgados. No creo que los tribunales estén para dirimir este tipo de batallas internas, pero desde luego flaco favor le están haciendo al PP, del que repito forman parte y algunos con cargos de alta responsabilidad, aireando las discrepancias del “quítate tú para ponerme yo”. Legítimo es, pero inapropiado e inoportuno también.

Los estatutos internos del PP hablan de celebrar congresos ordinarios cada cuatro años. Pero son numerosas las excepciones que se han hecho por razones de oportunidad política. Los populares llevaban en Madrid sin un congreso desde marzo de 2017, cuando llegó a la presidencia del partido Cristina Cifuentes, que se vio obligada a dimitir en abril del 18. Desde entonces y hasta este año la formación política ha estado en manos de una gestora. El propio Pablo Casado incumplió lo que dicen los estatutos porque debería haber convocado un congreso ordinario en 2021, un año antes de tener que abandonar todos sus cargos de malas maneras y entre reiteradas peticiones de dimisión.

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Mañueco, que tiene mando en Génova como Moreno Bonilla, debería cortar de raíz esta sublevación minoritaria, porque aunque sea legítimo que la edil de Santa Marta, Chabela de la Torre, quiera presidir el PP y aspirar a otros cargos, no creo que el partido esté para enfrentamientos internos cuando están a la vuelta de la esquina unas elecciones trascendentales, como son las Municipales y a poco más de un año de las Generales, en las que España se juega que Pedro Sánchez continúe en La Moncloa o que haya una alternativa de gobierno.

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