EN algún libro que anda por casa se dice que el origen de los churros se pierde en una tumba faraónica, en los tiempos de ... la huída judía de Egipto –nadie ha encarnado a un faraón como Yul Brynner, ruso, en “Los diez mandamientos”, que ha vuelto a casa como cada Semana Santa—dando lugar al Viernes Santo. Aquí, dicen, trajeron los churros los árabes y los hicieron suyos las monjas y, de hecho, un recetario de las clarisas en el Archivo Nacional de Simancas, fechado en 1597, así lo documenta. Luego vinieron los Martínez Montiño y otros cocineros escritores. Y así como los Jueves Santo lo son de torrijas, los Viernes Santo lo son –sobre todo a primera hora—de churros, cuando la Dominicana ha pasado por la Plaza Mayor y se retira. Me han asegurado que el Viernes Santo supera al primer día del año en consumo de churros. Los Ricardo, Chamorro o Casimiro, clásicos de nuestra churrería, no dan más de sí. Al churro, como a la torrija, le pasa que es sencillo de hacer, pero hacerlo bien es un arte. El arte de hacer churros. Los churros del Viernes Santo borraron de golpe dos años de ausencia semansantera. Cuatro en el caso de la procesión de La Soledad, me recordó una hermana entre lágrimas, viendo salir desde el interior de la Catedral el paso hacia la calle, con Calderón de la Barca al fondo, que es una de las imágenes más hermosas y emocionantes de la Pasión salmantina. Al igual que el contraluz del Crucificado de la Dominicana saliendo de San Esteban. Detalles que los grandes fotógrafos de nuestra Semana Santa, desde el gran Luis Monzón, llevan años capturando para que no olvidemos. A estas alturas del relato ya están hechas las fotografías que darán forma a los carteles anunciadores de la Pasión del año que viene, dicen los gráficos. Por mi edad he trabajado con los mejores retratistas de nuestras procesiones y siempre me han sorprendido por atrapar detalles que sólo ellos ven y este viernes me preguntaba viendo el Santo Sepulcro cómo sería el Pregón de Semana Santa de un fotógrafo.
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Los churros, como las torrijas, no terminan con la Semana Santa, lo cual sería un desastre. Hoy se produce, de nuevo, el feliz encuentro entre los salmantinos y los hornazos, que son el estandarte de la Pascua, saliendo al campo en Villarino, con su alcalde, Julián Martín, señalado por la Justicia, o Mieza, Sobradillo, Nava de Béjar, y continúa mañana en La Alberca y el Día del Pendón; Fuenterroble con los Huevos del Cristo, Tamames y el Día de la Torta, Cantagallo y Yecla de Yeltes con sus procesiones... Dígame exagerado pero la primavera salmantina se abre oficialmente cuando se levanta la veda del hornazo, pero el de verdad, no el de los hermanos televisivos Torres. Que alguien, por favor, les envíe la receta. Me pregunto si en la toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de la Junta se ofertará hornazo, que sería lo suyo, porque eso que se pierde Feijóo, que es más de empanada gallega. No sé cuánta literatura tiene su empanada, pero el hornazo puede presumir de mucha, incluida la de un gallego universal, Camilo José Cela, igual que otro compatriota, don Gonzalo Torrente Ballester, supo dar buena cuenta de él. No hay constancia de que Emilia Pardo Bazán lo comiera estando en Salamanca o se llevase uno a Madrid, aunque no era propio del momento. La toma de posesión de Mañueco abre un tiempo incierto, igual que la supresión de las mascarillas en los espacios interiores, en los que estaremos a cara descubierta después de una semana de rostros ocultos para la penitencia. Hay temores, como los que debió sentir el gran Álvaro de la Calle cuando se vio solo con el encierro de un lesionado Emilio de Justo en Las Ventas, en una fecha con hechuras de histórica para Álvaro y curiosa para el Cossío.
La recuperada Pasión salmantina ha demostrado que las emociones siguen ahí a pesar del tiempo pasado, igual que el magnetismo de la ciudad para atraer visitantes aún en tiempos complicados. Por algunos espacios era difícil caminar; reservar para comer o cenar ha resultado imposible, y alcanzar la barra para tomar una copa de vino sólo era posible con machete entre los dientes, y a pesar de todo esta es la Salamanca que a algunos nos gusta, que presume de luz aunque deba, ahora, apagar algunas luces por exigencias del guion de la actualidad. ’0
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