En relación a todo lo malo que nos está ocurriendo, me siento incapaz de comprender los porqués pero, sobre todo, no comprendo a la gente ... que está dejándose avasallar por un ejército nazi-tech en el que militan mediocres -categoría social en la que es España es líder planetario- y una interminable lista de canallas en la que están, por poner alguna cara, desde Bill Gates, metido a dios, al dictador chino Xi Jinping. Y aunque tenemos todas las claves para detectar “la caída del imperio occidental” a la que nos han empujado, y por tanto podríamos hacerle frente y frenarla, estamos empeñados en abrazar nuestra destrucción, empeñados en bailar con Lucifer y, no se escandalicen, embelesados ante un Hitler de dimensiones universales, en el que se funde lo peor de lo peor: populismos y totalitarismos de izquierda.
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No hay nada que conduzca al crecimiento humano, todo lo contrario: nos empequeñecen día a día, es el objetivo y todo son pruebas que lo demuestran. Dos mil años de desarrollo y bienestar, en el baúl de los recuerdos. Mejor dicho: en el cubo de la basura.
Una de mis mayores preocupaciones es ver como la sociedad se entierra en vida, feliz de desconectar su mente, sus ilusiones, sus metas. Ayer, hablo de ayer mismo, una amiga de 55 años dijo adiós a su empresa, feliz. Dos años al paro a costa de los pocos que vamos pagando las rondas de la fiesta, y después un acuerdo que le permita llegar a la jubilación, sin problemas, sin presiones, sin responsabilidades. ¡Viva la vida! Y la comprendo, porque su gran empresa ya se encargó de anularla, de fundir su experiencia y sus dones en una masa deforme. 55 años, lo mejor de la vida, y obligados a comprar el billete para el “fin de trayecto”. Pura eutanasia.
Y ayer, ayer mismo también, un amigo, 58 años, gran profesional de la banca, me decía: ¡qué ganas de jubilarme!... Sin palabras. Solo puedo decir que si alguna vez pienso en jubilarme, será el día después de mi funeral en San Marcos (con música de “Oasis” y vino español). Actualmente lo mejor de la vida, en todos los órdenes, está entre los 45 y los 70 años y, sin embargo, empieza a considerarse estéril. A los 55 años, nuestra sociedad nos ha hecho prescindibles, no sabemos manejar la Xbox, “Mecano” nos suena a gloria, y un mediocre no nos convencería para votarle. Por eso, creo, tanta gente quiere tirar la toalla: vivir hoy es un campo de minas y por ello muchos han decidido, directamente, retirarse, lamer sus triunfos y sus fracasos. Jubilarse no es júbilo, es un salto al vacío.
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