En la tahona, en el almacén de fruta, en la esquina de los encuentros vecinales, en la taberna... allá donde vayas, de detrás de la ... mascarilla, sale el mismo lamento: ¡Maldito 2020! ¡Ojalá termine pronto! Y en ello estamos. Todos queremos abandonar aprisa las coordenadas de un tiempo inenarrable que, tal como decía ayer Román Álvarez en su columna de LA GACETA, se ha llevado la vida de parte de nuestra agenda de contactos. Vidas que han debido emprender su viaje a la otra orilla de la noche sin el abrazo y el adiós de los suyos, sin honras fúnebres, desapareciendo su nombre en un cómputo estadístico que los medios convertían aprisa en diagramas de barras y otros gráficos de datos. 2020 nos deja con el hipo ahorcado en la garganta y las emociones en una noche oscura, al borde del colapso. Toda nuestra esperanza está en la vacuna para recuperar salud, economía y fuerza. Esperanza para volver a poner en vivo el provechoso carrusel de la Cultura, ese pálpito que es seña de identidad de Salamanca y de sus gentes: música, escena, conferencias, libros... ¡qué ganas de salir de este letargo!
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Esperanza para regresar al calor de nuestros bares de siempre, a la croqueta humeante, y a la corrobla apacible y sin distancias. Y esperanza también para que, ya sin toques de queda ni confinamientos, podamos alzar el grito y echarle el freno a una política gubernamental llena de sin-sentidos y traiciones a la Constitución y al Estado, que no hace sino echarnos a temblar y ponernos cara de escabeche. No, no podemos consentir que los filibusteros que trajo el desembarco de Pedro Sánchez a Moncloa continúen haciéndonos ascos y tratándonos con el desprecio de los mercenarios. Hace pocos días lo han hecho con Felipe VI -¡Viva el Rey!-.
Ni el pequeño niño Dios que se asomaba desnudito en el aparador tras el Jefe del Estado, ha podido evitar que escupieran rencores por sus bocas purulentas. España ha de entrar en el 2021 con la firme voluntad de ser insobornable. Existen muchos motivos para que este país deje de dar de comer a los que están llevándolo a sus trampas. 2021 tiene que permitirnos salir de este mal sueño. ¡Nos vemos el próximo año!
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