Trucha del coto leonés Pesquera.

La pasión por el ejercicio de la pesca

Cuando el acto de capturar peces se convierte en algo más, entrando en juego otras conceptos como diversión, entretenimiento o superación

Lunes, 27 de junio 2022, 12:13

Vivimos tiempos marcados por la celeridad, nos despertamos a golpe de móvil, escuchando escuetos mensajes, que antes incluso de despertar, ya nos indican el tiempo que vamos a tener, si va hacer frío, va a caer agua o va hacer calor, forma de vida que no es ajena al pescador.

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El pescador antes de ponerse en marcha para disfrutar de una jornada placentera de pesca ya sabe el tiempo que va hacer, el agua que van a desembalsar, si va soplar el viento y por dónde lo hará, disponiendo de una información puntual de todo, sin apenas darse cuenta o pararse a pensar el ¿por qué? o ¿para qué? Sobre el acto de pescar. La necesidad de salir del asfalto para consumir tiempo al aire libre se ha convertido para el hombre en una necesidad y la quietud y paciencia que se le presupone al pescador se están perdiendo sin remisión, imponiéndose las prisas y la celeridad.

Dejando a un lado los tópicos que envuelven al mundillo del pescador y olvidando la típica estampa, que aún se ve, del hombre sentado junto a su caña en plan contemplativo y paciente espera, hasta que el movimiento o sonido de un indicador de picada le avisa que un pez “picó”, la pesca ha pasado a ser algo que va más allá del acto de capturar un pez. Para muchos pescadores es como una religión, una filosofía, una forma de entender la vida, una rebelión contra lo establecido, contra la rutina diaria, contra el tiempo que gastamos y que no nos aporta nada, rebelión contra una sociedad que nos devora, que cada día exige más y las cosas más trascendentales y cotidianas ya no lo son.

Del concepto ancestral en el que se pescaba para sobrevivir, hemos pasado al pescador actual que únicamente pesca por el placer de pescar, de sentir, de conseguir una fuente inagotable de serenidad, de paz, alcanzándola con algo tan sustancial como lo es el simple hecho de estar, ya que pescar es compartir, es solidaridad, es compañerismo, soledad, camaradería, templanza, reflexión, sensación de libertad y en último extremo de triunfar cuando se logra derrotar a un oponente magnífico al que por convicción el pescador debe apreciar y mimar sin el cual no tendría sentido el pescar.

Pescar es, poder llegar a sentir el inmenso placer que produce, en un acto espiritual y de fe, poder devolver a su hábitat natural la captura en las mejores condiciones de supervivencia después de disfrutar, para que en un futuro, quien sabe, poder volver a experimentar esa sensación de bienestar al volverlo a capturar y de nuevo soltar.

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