El vuelo de vuelta este agosto desde Tokyo hasta España para Laura Ester Ramos [Barcelona, 1990] tuvo una duración de 15 horas de felicidad; al cuello traía colgado medio kilo (550 gramos de peso) de plata que le recordarán ya de por vida que en Japón —como en Londres— alcanzó una final olímpica, y que tan solo Estados Unidos fue capaz de frenarle camino del primer peldaño del podio...
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Con las maletas otra vez de la mano tras salir de la terminal del aeropuerto, a Laura Ester ya solo le pasaba por la mente la palabra “vacaciones”; y que para ella desde que tiene uso de razón han significado hacerse nueve horas de viaje (ahora por carretera) con punto de partida en Barcelona y final en Peñaparda. Este verano del 2021 se repite la secuencia y tendrán una duración superior a las dos semanas: “Desde el pasado miércoles (que fue día 11) hasta finales de agosto”. Y, como siempre, lo hace con una nueva medalla que enseñarle a la familia; y que en la suma total de su carrera ya alcanza las diez con la selección absoluta femenina de waterpolo. “No tiene ni más valor ni menos que la otra medalla olímpica que tengo (que la ganó hace ya 9 años), cada una tiene su valor. Y para mí significa mucho trabajo y haber dado lo mejor de mí para lograrla. Es verdad que estos Juegos han tenido el valor del privilegio, porque tal y como estaba el Mundo, haber podido disputar y disfrutar de los Juegos es para valorarlo”, dice la guardameta que es historia viva del olimpismo español con sus dos melladas ya en casa [“Hay muy pocas personas con tu palmarés”, le dijo Jennifer Pareja (CSD) tras la plata de Japón]
Hablar de un tercer metal en los Juegos le produce ‘mal de altura’: “El ciclo olímpico es corto, pero quedan muchas cosas por delante... Al final, como siempre digo, estamos mal acostumbrando a la gente. La gente solo espera de nosotros que ganemos y es dificilísimo, hay que trabajar muchísimo para llegar hasta ahí, y no solo con eso vale”, dice con tono humilde la guardameta antes de realizar una de realizar una de sus ‘parada’ para retomar las vacaciones: “Las medallas que he ganado ya son pasado; ahora lo que toca es disfrutar de estos días de vacaciones en el pueblo, que es algo que me encanta”, señala.
¿Y cómo son unas vacaciones para alguien que se pasa la vida metida en el agua? “Pues muy parecidas a las del resto de la gente, al final yo no puedo estar más de dos días sin agua. Las vacaciones del equipo no tienen mucho misterio la que no está en un destino de playa se baña en una piscina...”. Y Laura Ester no se baña en una piscina cualquiera, sino en la ‘suya’: “Yo no miro el nombre de dónde me baño. Para mí es la piscina en la que he disfrutado desde que se abrieron y eso es lo importante y donde me gusta desconectar y descansar”; porque como en el pueblo “en ningún sitio”: “Y eso que las camas de cartón de Tokyo tampoco estaban tan mal”.
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