A Miguel Hernández (83 años) le cuesta hacer memoria de la temporada exacta en la que empezó a ser el “jefe” del fútbol de Salamanca: “No lo sé, de verdad que no sé cuál fue la primera temporada que estuve de presidente. Hace ya mucho de eso. Mucho, mucho”, vacila echando la vista atrás. Normal, esta temporada se cumplen 40 años —lleva al frente de la Delegación desde el año 83— Y ahora se está enterando. Hay que rebuscar en la hemeroteca de la Real Federación de Castilla y León de Fútbol para encontrarla.
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En aquellos días postnaranjito ya había sido entrenador del histórico ‘Neme’. Y detrás de él han llegado todos los demás: Enrique Miguel ya lo tuvo como presidente, y luego vinieron Balta y Sito, y Robert y Tomás; y Jorge Alonso, Toti y Kike López, hasta alcanzar los Bruno Iglesias y Carmen Álvarez. “Me pasa que me encuentro a cirujanos en el Hospital y me dicen, Miguel, si estuvimos con la selección juvenil en los torneos de Portugal ¿No te acuerdas? Pues hijo, la verdad, no. Ellos han cambiado mucho y yo he sido como el abuelo de todos estos. De verdad —corta el recuerdo— que hago memoria y no sé el año exacto en el que empecé: solo sé que llevo toda la vida en esto”.
¿Qué pacto ha hecho o cuál es la fórmula secreta para ya ni acordarse de cuándo se convirtió en el jefe del fútbol charro?
—No hay nada especial. Llevarme muy buen con todos o casi todos, la verdad. He sido muy organizado para esto y por eso he podido aguantar tanto tiempo. A parte, que después de tantos años ya hay relaciones de amistad y de sentimiento fraterno. Eso lo hizo el tiempo: ahora, por circunstancias personales ya no puedo, pero antes me levantaba los domingos a primera hora y me iba campo por campo a ver a los chiquillos, junto con Loren Ruano que era el seleccionador provincial.
¿Cuánto le queda a Miguel Hernández como presidente de la Delegación?
—Pues –hace una pausa larga–... lo que quiera don Marcelino Maté –ríe–. La verdad es que, si las circunstancias por las que estoy pasando siguen así, por desgracia, ya no va a ser mucho, aunque me apetecería que fuera al medio plazo porque aquí he sido, y soy, feliz.
Visto el pasado y el futuro, centrémonos en el presente: ¿qué balance y qué lección sacan la Delegación y Miguel Hernández tras lograr una normalidad total y absoluta en la base?
—Tiene que ser positivo, tener treinta equipos más que la temporada anterior en todas nuestras competiciones —son 23 más solo en fútbol base— es una evidencia de que en Salamanca a los niños le gusta jugar al fútbol y los padres confían en este deporte porque las bases son sólidas, y tanto los clubes como la Delegación y la Federación somos serios. Todos tenemos claro que la base de todo este éxito son los clubes y nuestro trabajo es tratar de ayudarles y, se puede decir, hasta complacerles en todo lo que nos proponen. Ellos son los artífices de estas cifras, los artífices de que miles y miles de niños —3.645 licencias se contabilizaron la temporada precedente— en la provincia hagan deporte, que es una necesidad social.
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Está “contento”... y encima tiene buenas noticias: tras tres temporadas (más la del covid) con descenso del número de licencias en la base, este año se vuelve a crecer, ¿a qué cree que se debe? ¿Qué ha hecho bien el fútbol salmantino para tener estas cifras?
—Se debe precisamente a la afición que hay por el fútbol, para empezar, y seguidamente porque aquí los problemas son muy puntuales y localizados, lo que pasó en la Provincial de Aficionados con la colegiada es un hecho puntual que no atiende a un hábito, a dios gracias. También hay que hablar de las instalaciones: aquellos campos de tierra han pasado a la historia y todo se juega sobre césped. Y hasta el cuidado de los detalles de los clubes ha influido: el orden y hasta la vestimenta son claves; y digo esto porque yo, que ya llevo unos años aquí, los he conocido casi desnudos, entiéndaseme la frase, sin equipaciones arregladas. Lo que está claro es que todo ha mejorado y eso ha hecho que en Salamanca el fútbol despegara de la manera que vimos y se mantenga en estas cifras tan importantes, que son de las mejores de la Comunidad. Eso hace que uno, que es un veterano, esté más que contento y satisfecho.
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El crecimiento ahora viene de la mano de los Ribert y Cabrerizos , de la ‘clase media’ de la capital y el alfoz. En tierra de nadie quedan los pueblos: ¿cuánto le preocupan estos clubes a la Delegación? Históricos como el Béjar han estado con la soga al cuello.
—¡Muchísimo! El mejor ejemplo de la preocupación de la Delegación con los clubes de la provincia es el Béjar Industrial. Hemos estado muy pendientes de su situación y de tratar de echar una mano para la solución feliz que finalmente se dio, y es que Béjar siga teniendo fútbol. Pero no solo me preocupa Béjar, también tengo especial interés en Ciudad Rodrigo, en Peñaranda o en Alba de Tormes. Estas cabezas de comarca son claves para el fútbol salmantino. No hace falta que ponga ejemplo de nombres de jugadores que llegaron a la primera línea partiendo de estos municipios. El cuidado de estos clubes es clave, y la manera de ayudarles es agruparles los calendarios de Liga para unificar viajes y así ayudarles con sus costes, que son los más altos de toda la cantera. Más allá de nuestro trabajo quiero también destacar la labor de la Diputación; sin ella todo nos sería más difícil, el cuidado que tienen con el deporte de los pueblos es extraordinario.
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Que desapareciera el fútbol base en las grandes cabeceras, como ya pasó en Vitigudino, sería una malísima noticia, un drama. ¿Se tiene algún plan para evitar que desaparezcan más clubes en la provincia?
—Nuestra labor se centra en la gestión. Está claro que la ayuda más grande que se le puede dar a estos clubes es económica; y ahí nosotros no podemos ni debemos llegar. Eso corresponde a las instituciones. Hemos hablado de la Diputación, pero también vamos a hacerlo de los ayuntamientos. Ellos son los que tienen la misión de impulsar, promocionar y divulgar el deporte en sus localidades, y la mejor manera de hacerlo es ayudando a sus clubes. Desde aquí me gustaría pedirles a los alcaldes de las cabeceras que se impliquen, si cabe, toda vía más. Tengo claro que es el dinero que mejor pueden invertir. Que no solo tienen el deber con sus niños, sino también con el del resto de municipios de su comarca.
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La gasolina está por las nubes. ¿En qué medida ayuda a la Delegación al transporte?
—De momento, entiendo que la situación está como está, no hemos tenido quejas formales en la Delegación a este respecto. Esto habla de la buena administración que hacen de sus clubes con lo difícil que es, con un esfuerzo encomiable. Esto no quita que el precio del combustible esté por las nubes y que sean precios asfixiantes no solo para el fútbol sino para todo en la vida, para poder vivir, que es más importante... pero creo que no soy yo quien va a arreglarlo, sino los Gobiernos.
Volvamos a hablar del crecimiento esta temporada de la cantera: el aumento ha permitido que este curso las odiadas ‘mini Ligas’ desaparezcan casi por completo. Y ese ha sido su gran caballo de batalla con los clubes estos últimos años. ¿Podrían haber tenido más mano izquierda cuando veían que se caían equipos y quedaban Ligas de tres conjuntos?
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—Para nosotros también ha sido el gran caballo de batalla. Pero cómo la Delegación va a compartir que una Liga tan solo tenga tres equipos y tengan vueltas interminables para que la campaña les sea medianamente normal. En este sentido, les he dicho a los clubes en infinidad de ocasiones que los únicos culpables de esta situación son ellos. Y me explico: cuando ellos hacen las preinscripciones tienen que ser serios, si no están seguros de que van a tener el número de jugadores suficientes no se deben de apuntar; es así de simple. Además, generalmente, sucede lo mismo: cuando no les salen las cuentas de chicos el que pierde siempre es el equipo de menos categoría, que es el que se acaba retirando para completar el resto, y se suele dar la circunstancia que hay dos o tres casos, y así pasamos de una Liga planteada con 9 equipos, por ejemplo, a quedarse con 3, como nos ha pasado.
Otro caballo de batalla son los insultos y las peleas. Fíjese como hemos empezado la temporada diciéndole a una árbitra “puta zorra” o “inútil de mierda”... Miguel, no lo puede tolerar.
—Estoy de acuerdo que hay sanciones que deben de servir de ejemplo al que la comete y al resto. Pero hay también que medir. Y así lo establece el Reglamento. Si uno considera que tal sanción es corta sabe que tiene una vía por la que solicitar una revisión a otros niveles. Nosotros intentamos que sirva de ejemplo, pero imagínate que realiza un insulto muy grave un niño muy pequeño, ¿la culpa es suya o de con quién convive y le educa? ¿Le serviría para algo no volver a jugar en toda la temporada? Esas preguntas nos las hacemos.
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Los árbitros ahora tienen la posibilidad de parar un partido por estas cosas. Y hasta suspenderlo. ¿Cuánta pena le daría al presidente que esto sucediera esta temporada en la base?
—Mucha, pero mucha, mucha. Al árbitro la Federación le ha revistado de autoridad, con buen criterio. Ahora tienen la potestad de parar un partido y hasta de suspenderlo. Y me parece bien. Lo que estoy seguro es que ninguno va a llevar al límite esa posibilidad sino es por un motivo extremadamente grave. Lo que es una pena es que haya que llegar a estos extremos: que todo el mundo tenga claro que un árbitro va a disfrutar con 22 niños. Lo que no puede ser es ir a faltar a nadie. ¿Qué necesidad puede tener nadie de ir a insultar a nadie? Llevo muchísimos años y es que sigue sin entrarme en la cabeza.
Una curiosidad que me ha surgido este verano: ¿Cómo es la relación de los clubes salmantinos entre ellos? Los pequeños se quejan de que los grandes les quitan jugadores y que les arrinconan en determinados campos y los grandes que no tienen espacio...
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—Los clubes generalmente se llevan bien. Los roces, como es obvio, existen, pero quedan en eso. Este verano hemos tenido la fricción de dos clubes por un campo de fútbol, porque las instalaciones son las que son y hemos hablado de que hemos crecido, es normal que haya gente perjudicada. Las instalaciones son como cuando alguien va a fichar a un chaval: tienes que respetar al rival. Yo entiendo, a determinados niveles, que todo el mundo quiere tener el mejor equipo posible y las mejores y más cómodas instalaciones; esto lo traduzco a otro tema que me apasiona como es la Semana Santa: solo hay un Cristo o una Virgen por mucho que debatamos quién es más guapa, si la Soledad (cofradía que Miguel Hernández preside) o la Esperanza, por poner un ejemplo, pues esto es lo mismo: todos queremos jugar y entrenar, y hay que ser condescendientes: si tienes diez equipos no tienes que pasar por encima del que tiene tres por ser más. Y el de tres tiene que ser consciente de que son los que son. Volviendo al tema de los campos: Salamanca necesita más, pero los que tenemos son de categoría. No creo que si se ofrecen campos de tierra alguien quisiera irse a ellos, que podría ser solución: y ver el nivel de instalaciones a mí me congratula, porque todavía tengo en la mente aquél camino de tierra que tenían que hacer los chiquillos de noche y sin luz para poder entrenar en los campos de la Federación.
¿Cuando ve enfrentamientos públicos entre clubes, caso del RS Monterrey y el Unionistas, el presidente cómo lo digiere? ¿Y cuando, a mayores, anuncian con desaparecer?
—Prefiero que esas cosas no pasen. Yo no soy quién administra los campos locales, eso es cosa del Ayuntamiento, pero a mí, está claro, como presidente estas cosas me duelen y más cuando luego amenazan con desaparecer. A mí esas actitudes me parecen una ‘tutaina’ de niños pequeños. Somos mayores y las cosas se arreglan hablando antes de estas cosas. Aquí había una cosa clara: que el Ayuntamiento puede llegar presupuestariamente dónde puede llegar y los clubes pueden exigir lo que pueden exigir, no más. Que hacen falta campos es una evidencia y eso lo pediremos de la mano de los clubes.
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Ha mentado a la ‘bestia’: “fichajes”. ¿Tiene sentido que un equipo tenga la necesidad de incorporar a su equipo prebenjamín un niño de 6 años? ¿Lo ve normal o natural?
—Es algo que no entiendo y nunca lo he entendido, y mira que llevo unos pocos de años. Que un club fiche supone que a otro lo va a fastidiar. Entiendo que quieran mejorar y que hay categorías en las que uno tiene que dar el salto, pero hay otras y todos sabemos que son las de niños de más corta edad en el que esta práctica no tiene sentido. Simple y llanamente, está práctica la considero perjudicial. Una cosa es que un niño, por el motivo que sea, quiera cambiar de equipo; y otra muy distinta provocar que se vaya. Al margen de que futbolísticamente hay una evidencia: un equipo que arrasa en esas categorías menores no aprende mucho, si aquí golean y luego van a una fase que le exige y aquí no han tenido ese nivel, al final les pasa factura.
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