Cuando un niño, hijo de extranjeros, le dice a sus padres que quiere jugar al fútbol no sabe en el ‘lío’ en el que les está metiendo. A ellos; y al club en el que pretende aprender a marcar goles o a pararlos. A partir de que se le ocurre decir “quiero”, a la FIFA se le enciende la luz roja de alarma: necesita saber por qué quiere jugar. Un “me apetece “o un “por hacer amigos” no les sirve como respuesta.
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Pues la FIFA lo que quiere saber de verdad es si sus padres no van a sacar ‘tajada’ porque ese niño juegue al fútbol. A la FIFA le da igual en qué club lo quiera hacer: no es que el Manchester City o el PSG —que es por quien se crea la norma para “futbolistas extranjeros menores de edad” con el fin de evitar que niños sean sustento de una familia— sean lo mismo que el Cristo Rey, no, pues establece las diferencias entre ‘profesional’ o ‘aficionado’.
Pero la documentación que llega a pedir acaba con esas diferencias. Once, doce y hasta catorce papeles llega a exigir, en función de la situación de cada jugador, a los clubes y a las familias para que los menores puedan llegar a jugar: ‘Prueba de que se cumple la regla de no vivir a más de 50 kilómetros’, ‘petición de transferencia de la inscripción’... y así hasta el ‘contrato de trabajo del (los) progenitores’.
Y aquí es dónde llega el lío: “Ya no es que el papeleo sea exagerado y, por ello, los jugadores se lleguen a perder casi media temporada. Es que si te falta un papel te hace la vida imposible”, se lamenta Paco, coordinador del Cristo Rey y entrenador del equipo más afectado por esta norma en la presente temporada: su alevín ‘B’ no ha llegado a debutar.
“Mi equipo iba justo de jugadores, somos nueve y hemos tenido la mala suerte de tener dos jugadores sin la licencia activa con lesiones. El caso es que no llegamos ni al mínimo y hemos tenido que aplazar los partidos hasta que seamos, al menos, siete”, apunta desesperanzado. “A uno se le quitan las ganas: te viene un niño con toda la ilusión, y se topa con esta norma que es inexplicable para nosotros, imagínate para ellos, que lo único que quieren es jugar y no pueden. Se te cae el alma a los pies”.
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“Está muy bien pedirle al Real Madrid y al Barcelona esta documentación para evitar lo que quieren evitar; pero es que nosotros no somos nada de eso. Somos clubes modestos, que en nuestro caso, acoge a niños venidos de Bolivia, de Ecuador, de... y que lo único que quieren es jugar, hace amigos y divertirse”, insiste en la misma idea. “Que la tramitación de papeles sea tan larga es un dolor más de cabeza para unos padres que hacen un esfuerzo porque sus hijos jueguen y se ven así. No tienen trabajo y, por lo tanto, papeles; y que por este motivo no puedan jugar sus niños... No veas qué desesperación llegan a tener”, añade.
“Que me digan cómo explicarle un niño se queda sin jugar por un papel después de dos años sin fútbol...”, concluye
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