Viernes, 25 de noviembre 2022, 17:19
Corría el año 97 y los periódicos locales de la época se hacían eco de las nuevas tendencias en la gestión de la pesca en aguas de Castilla y León, donde la pesca de salmónidos comenzaba a dar sus primeros pasos encaminados a la captura y suelta del pez en las mejores condiciones para que siguiera viviendo, era la consigna prioritaria a seguir desde Medio Ambiente.
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Una forma de actuar que, vista con la perspectiva que aporta el paso del tiempo, se puede calificar de acierto absoluto, no ofreciendo discusión alguna, fue acogida, en su día, como una postura partidista, defendida exclusivamente por ecologistas radicales y obsesivos que, mal asesoraban a los que tenían la potestad de cambiar las cosas.
Es difícil, incluso para algunos pescadores, asimilar y aprobar, que la pesca sin muerte nunca ha prohibido pescar y que, pescar y llevarse los peces a casa, aunque sean dos conceptos que van íntimamente ligados, se pueden separar.
Es de justicia reconocer el error manifiesto, vertido desde los medios de comunicación escrita del año 97, en defensa de una pesca extractiva que no conducía a nada y reconocer una gestión de la que nos estamos beneficiando todos, debiéndonos sentir orgullosos, una gestión en términos generales ejemplar, gracias entre otros, a dos funcionarios calificados por la prensa escrita de la época en términos poco afortunados como “ecologistas radicales obsesionados únicamente con la pesca sin muerte”, los señores Roy y Muñoz, funcionarios de carrera de la Junta de Castilla y León que trabajaron y asesoraron al Consejero de Medio Ambiente y al Director General de Medio Natural para llegar a lo que hoy podemos disfrutar en la comunidad castellano leonesa y por ende en Salamanca, la pesca no extractiva. Gracias a ellos, a pesar de la oposición de los Consejos Provinciales, el Consejo Regional de Pesca, aprobó la creación de nueve tramos libres sin muerte en Castilla y León, de los cuales uno correspondió a Salamanca.
Se colocaba así la primera piedra de una etapa progresista, moderna, acorde al siglo XXI, que llegaba para quedarse, donde la pesca comenzaba a satisfacer una necesidad espiritual más que corporal, colocando la problemática actual, no en la carencia de peces, sino en la gestión y aprovechamiento del agua, aspectos donde el colectivo de pescadores, por desgracia, viaja en el vagón de cola y no se le presta la atención debida.
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