“Habremos llegado a los diez grados bajo cero esta noche”, decía este lunes Juan María de Arriba, ganadero de ovino y caprino en Monleón. Ha tenido que meter el agua dentro de las naves para que no se hiele y el ganado pueda beber. “Las cabras no pueden beber el agua tan fría”, señala. Y tanto, que los bebederos que tiene en el exterior de la finca estaban candados y si no los rompe con un pico, no hay nada que hacer. Las ovejas salieron ayer a pastar por primera vez desde el viernes fuera de la nave. Sin embargo, las cabras, de raza malagueña, son más delicadas y no han salido todavía porque aún queda nieve en la zona y hace mucho frío.
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Hay explotaciones en el pueblo que tienen el agua de la red en sus naves y han salvado el expediente, pero otros tienen que llevar las cisternas de mil litros desde casa para poder dar de beber al ganado.
A pie, durante dos kilómetros abriendo paso metro a metro en un manto de nieve de más de medio metro hasta llegar a la granja en la que tienen a sus 2.000 gallinas. Así llevan trabajando desde que cayó la nevada los hermanos Sergio y José García Panero en la localidad de Tardáguila.
“Los caminos están impracticables para los coches, y la única solución es ir caminando a las naves”, apunta Sergio. Una vez que han alimentado a sus gallinas camperas, que estos días con la nieve no pueden salir a las praderas en las que corretean a diario, llega el momento de retirar los huevos, unas 140 docenas diarias. Han tirado de ingenio para ello y aprovechan la pala del tractor de su tío “es el modo con el hemos conseguido poder trasladar en cajas los huevos. A mano y caminando es imposible”, matiza Sergio.
Con el tractor y la máquina de repartir mineral diseminando sal por las calles de Pelabravo y Nuevo Naharros. Así ha pasado parte del fin de semana el agricultor Víctor Sánchez, que es hijo y nieto de los primeros colonos que llegaron a Nuevo Naharros hace medio siglo. No es la primera vez que colabora con su maquinaria agrícola, de manera voluntaria, con el Consistorio, puesto que en los momentos más duros de la pandemia también estuvo fumigando las calles.
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“Soy de los agricultores más jóvenes que hay en el municipio y creo que es importante arrimar el hombro. En tres horas he podido repartido 2.500 kilos de sal entre los dos pueblos”, resume Sánchez, “si no echamos nosotros los jóvenes la sal puede haber resbalones de los mayores o que no se atrevan a salir de casa”,
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