Hace tres años que Jesús Cabanillas y Lidia Hidalgo iniciaron su aventura agrícola en Martinamor y lo hicieron con el cultivo de frambuesas amarillas y el objetivo de llegar a grupos de consumo. Hoy están encantados con el paso que dieron, cultivarán en primavera 200 plantas más de frambuesas y en verduras tienen dos de los tres invernaderos al 100%, con cultivos muy poco usuales en esta provincia, como el pak choi, que es una especie de lechuga romana, rica en vitamina c.
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Pero lo más innovador de su explotación está en que, además de ser ecológica, para lo que han obtenido el sello -eurohoja- en ella van más allá en el respeto al medio ambiente y aplican técnicas de permacultura o agricultura permanente, que les ha hecho no depender de los combustibles.
Jesús explica que utilizan la técnica de no labrar gracias a bancales elevados construidos a mano que mantienen para siempre. Nunca se pisan, por lo que el suelo no se compacta “y así las propias raíces van ‘labrando’ la tierra”, explica. “Al no voltear la tierra, el carbono capturado de la atmósfera no se libera y queda en el suelo”.
Así que no tienen tractor y con ello consiguen que la huerta, de tamaño mediano, sea viable económicamente. Luego practican la venta directa de productos ecológicos y sí han encontrado mercado a través de grupo de consumo, con varios puntos de venta y presencia en ferias ecológicas.
Lo peor de este tipo de explotación es la construcción de la huerta, a mano. “Es muy duro”, explica Jesús. “Pero una vez terminada el mantenimiento es muy bajo en cuanto a trabajo físico y costes”. Ellos “sustituyen” el tractor por la horca de doble mango, por ejemplo.
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Una vez hecha la huerta a mano, Jesús explica que “sólo” hay que plantar, cosechar y echar en superficie materia orgánica. “Al no pisar, la tierra siempre está esponjosa”.
Ahora la parte de frambuesas está parada, hasta primavera, pero ellos mantienen la actividad en el exterior, con cultivo de coles y ajos, y en el interior de los invernaderos. El auge de huertos urbanos creen que les puede llegar a perjudicar en ventas en verano, pero en invierno están ‘a salvo’ con los invernaderos.
En la huerta de Martinamor destacan las verduras orientales, cultivadas a capricho por Jesús y Lidia. Tienen la col china y también el pak choi. “Ambas acogollan”, explica Jesús, pero tiene más cuerpo la primera y es más dura en textura, la segunda. “Luego al cocinarlas ambas se deshacen en la boca”.
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Jesús mantiene que el clima favorece el cultivo de este tipo de verduras y también el sistema de bancales, de los que ya tienen hechos a mano cerca de un kilómetro con pasillos de 50 centímetros por los que se mueven. Defienden que es un tipo de huerta que con tractor se tarda un par de horas en crear pero que a mano lleva años. Lo bueno, defienden, es que el coste es cero una vez creada. Ahora cultivan en los invernaderos también lechugas, guisantes, tirabeque, hinojo, puerro, cebolla, coles, espinacas, perejil, nabo, rábanos o cilantro.
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