Vicenta Pascual González deja ahora la ganadería después de que una mala caída en casa la apartara de su campo. Tiene 58 años y lleva desde los 23 como ganadera en Íñigo Blasco, localidad de Armenteros donde en invierno no hay más de 20 vecinos. Su explotación se la acaba de traspasar a su marido, que es quien a partir de ahora se tiene que ocupar de las 400 ovejas y alrededor de 20 vacas que tenía Vicenta, una mujer que ha abierto camino a otras en la ganadería.
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Ella empezó a dedicarse al ganado al casarse. “Por entonces -recuerda- no había expectativas de ir a ninguna parte y nos quedamos en Íñigo Blasco. Pero de dinero no íbamos bien y él se iba a trabajar donde podía, a la construcción, con el ayuntamiento, construyendo cercas... y yo me fui quedando con el ganado”.
Todos los días desde entonces las ovejas de Vicenta han salido al campo, hiciera calor o frío. “Mientras estaban las ovejas me llevaba mi ganchillo, otras veces un libro y había días que hacía tanto frío que no podías hacer nada más que vigilar las ovejas”.
Aún así, Vicenta reconoce que nunca pensó dejar el ganado, salvo cuando llegaba algún problema grande como, recuerda, en una etapa en el que como consecuencia de la “lengua azul” se le morían las ovejas. “Pero es una vida agradable, me gusta”.
Y eso que no sabe lo que son las vacaciones. “Cuando empecé no tenía tiempo porque estaba con el ganado, la casa, luego los niños... y luego se me echaron los años encima rápidamente”. Ahora después de la caída también aplaza la oportunidad de viajar.
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A pesar de ser una de las primeras mujeres en ser ganaderas en Salamanca, Vicenta mantiene que nunca ha sentido sentirse discriminada. Sí recuerda que cuando se dio de alta era la única mujer que iba a la unidad veterinaria y era costumbre que una vez con la documentación, le hicieron inspecciones para ver si realmente ella se ocupaba del ganado. “Ahora te piden tanto papeleo que ya no hace falta”, cuenta.
Vicenta reconoce, por su experiencia, que para una mujer es más complicado llevar una ganadería que para un hombre. “Ellos tienen más fuerza para coger un animal y siempre alguno se hace daño en alguna pata, se clava algo en la pezuña... Pero nosotras tenemos más habilidad”.
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Y para habilidad, la de sus perros. Vicenta cree que para llevar un rebaño de ovejas la clave es tener buenos perros carea. “Después de un ataque de lobos también metí un mastín que me ha salido también buenísimo”, dice orgullosa.
¿Se puede vivir ahora del campo? Vicenta dice tajante que no. “Si quieres dar estudios a tus hijos como hice yo, no lo podría hacer. Ahora no se vive del campo y antes, sí. En el 2000 nos daban 30 euros por oveja y ahora no creo que con todo llegue a 20; y por las vacas eran 300 euros y ahora no llega a 200 y los terneros valen lo mismo que hace 30 años, igual que los corderos”. “Las subvenciones nos ayudan para poder sobrevivir pero pienso que si tienes gastos adicionales, como puede ser un coche, eso al final no es nada”.
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Pese a todo, Vicenta se va con mucha pena. Muestra fotos de sus perros. “Mira, mi otra compañera de trabajo” y señala orgullosa a su perrita.
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