Marta Mayor, con sus vacas en su explotación de Santiz.

La ganadera salmantina ejemplo de apuesta por el bienestar animal

Una empresa controla hasta si las vacas tienen rozaduras en las orejas o si no se acercan a un extraño. Marta, ganadera desde hace 22 años, da ejemplo con su granja

Martes, 12 de abril 2022, 22:39

Una empresa controla si las vacas de Marta Mayor, como las del resto de ganaderos de vacuno de leche de Salamanca, viven en óptimas condiciones de bienestar. Y el bienestar ya no es cuestión de espacio sino que con la nueva normativa va a más y se exige, por ejemplo, que los crotales -pendientes que llevan en las orejas para identificarlas- no les causen rozaduras, o que tampoco tengan, por ejemplo, ninguna en el rabo. La empresa “penaliza” también si la vaca no se acerca a oler a un extraño que acuda, y también controla hasta el tiempo que el animal tarda en echarse o en levantarse. Por supuesto que en esas 4 horas de inspección mide también los bebederos para saber si son suficientes para cada animal. “Hace unos años, como 12, poníamos música pero vimos que no influía. Veo que lo importante es que no se molesten, no se pisen, estén tranquilas, tengan su rutina y, por supuesto, mucha higiene”, dice esta ganadera de Santiz.

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Además de esta “visita”, sus vacas están sometidas a muestreos una vez al mes del Centro de Control Lechero -”que es muy importante porque te dicen cómo se encuentra cada animal y ves una mejora en la ganadería y en la genética”, explica-. Luego se analiza también la leche recogida, los niveles de grasa, proteína, bacterología, células somáticas... y en función de esos datos, así cobra la leche. Ella ahora mismo está en los máximos pero no dejan de ser 41 céntimos el litro cuando eso es prácticamente lo que ahora, explica, tiene de costes de producción.

“Es un trabajo que no está valorado, tampoco económicamente”

“Cada vez son más las exigencias y es un trabajo que no está valorado, tampoco económicamente”, dice Marta, ganadera desde hace 22 años. “No es que sea un trabajo esclavo pero te exige estar ahí los 365 días del año porque tienes que ordeñar siempre a las mismas horas y estar pendiente”. Ahora tiene la suerte de haber encontrado un trabajador, algo que no es fácil, reconoce, porque no es un empleo que busque la gente y en su caso, con 65 vacas de ordeño y sin robot, necesita ayuda.

Marta hizo el curso de incorporación agraria cuando tenía 19 años y a los 21 empezó a trabajar con sus padres en la explotación. Hace 7 que ellos se jubilaron y que ella se quedó con la granja. “A lo mejor ahora si volviera atrás me lo pensaría”, dice, pero reconoce que es un ganado que le gusta, y que disfruta con la mejora genética, por ejemplo con ese trasplante de embriones que realizó este año.

Su sueño es “seguir adelante”, ojalá que con un robot de ordeño, ahora mismo casi imposible de amortizar. Cuando se jubile no sabe qué será de su explotación. Va día a día e ilusión, pese a todo, no le falta.

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