Sábado, 2 de enero 2021, 11:42
La campaña de la remolacha en Salamanca está a punto de finalizar ya que se estima que quedan tan sólo unas 60 hectáreas por arrancar y de hecho la fábrica de Toro ya ha cerrado sus puertas, por lo que la producción restante tendrá que entregarse en la industria de La Bañeza.
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En una campaña un tanto atípica por todas las circunstancias que la han rodeado, desde factores meteorológicos hasta la pandemia del COVID, la producción ha sido sensiblemente menor. “Es aún pronto para dar datos concretos pero creemos que la producción media estará este año en torno a las 100 toneladas por hectárea. Es una producción buena, pero menos de lo esperado y, en cuanto a riqueza, es similar a la del año pasado”, explicó Pedro Jesús Blázquez, presidente de la Asociación Salmantina de Remolacheros.
El malestar de los agricultores viene en esta ocasión por los descuentos que está aplicando la industria cuando entregan sus producciones. “El descuento es una barbaridad y, por primera vez, no han dejado estar a los representantes de los agricultores para velar por el buen hacer de los trabajos como sí ha pasado otros años cuando se entregan las producciones”, añade Pedro Jesús Blázquez.
La situación está derivando en una mayor incertidumbre entre los productores salmantinos de cara a la próxima campaña. “Hay gente que se está planteando si entrar en Acor o en Azucarera; de hecho, tenemos abiertas varias líneas de negociación y probablemente se hagan contratos con las dos empresas”, avanzó Blázquez.
La falta de relevo generacional en el campo y la aparición de otros cultivos alternativos por los que están empezando a apostar fuerte algunos agricultores complican cada vez más el futuro de la remolacha en la provincia salmantina, donde cada vez queda menos superficie de cultivo en grandes localidades remolacheras como han sido históricamente Palaciosrubios, Zorita de la Frontera, Rágama y El Campo, entre otras.
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A todo ello se le suma ahora, desde el Gobierno central, la iniciativa de Consumo con una campaña para reducir la ingesta de azúcar en la población adulta. “Nos siguen poniendo todo cada vez más cuesta arriba y siempre repercute en los mismos, en el sector primario que mantiene tres veces más que la industria a un montón de familias, desde el que vende las semillas al de los abonos pasando por los que cargan la remolacha y los transportistas que se encargan de llevarla a la fábrica, y, por supuesto, nosotros mismos, los agricultores, que encima somos los peor mirados”, añadió Blázquez.
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