Sábado, 20 de abril 2019, 19:01
Hace cuatro años, María Ángeles Martín decidió dar un giro a su vida. Dejó la explotación de vacuno que tenía en Cuatro Calzadas y se pasó a la agricultura embarcándose, además, en una aventura: sembrar arándanos.
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Cuenta que la idea se la dieron en un jornada que organizó la Diputación de Zamora en la que se animaba a los participantes a probar nuevos cultivos. “Nos hablaron de que podían sembrarse otras cosas en Castilla y León más allá del trigo y después de darle vueltas y más vueltas decidimos probar suerte”.
Convencidos del paso que iban a dar tanto ella como José, su marido, plantaron 3.000 plantas en una parcela de dos hectáreas en Linares de Riofrío. “Elegimos seis variedades diferentes para intentar que no maduraran todas a la vez, algo que ocurre por primera vez a los tres años”, explica María Ángeles.
En su primera cosecha, la que cogieron el verano pasado, cada planta dio una media de 200 gramos de arándanos, aunque a medida que vayan pasando los años la producción se multiplicará. “A los cinco años dan ya cerca de 4 kilos, aunque su momento de mayor esplendor es a los 7. Lo normal es que cada planta tenga una vida de 25 años”, explica.
Tan contentos están con esta nueva aventura que doblaron las 3.000 plantas hasta las 6.200 que tienen en este momento. “Ahora estamos viendo la variedad que más rendimiento da”, cuenta satisfecha del paso dado porque, como asegura esta agricultura innovadora, “llegó un momento en que me planteé tener vacas, a las que tienes que atender a diario, o tener vida. Y opté por lo segundo”.
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La planta del árandano, que ronda los 5 euros de precio, no requiere unos cuidados fuera de lo normal, aunque es importante tener cuidado con el riego. “No hay que pasarse ni quedarse cortos. Nosotros tenemos riego por goteo en la parcela y lo que hacemos es regarlas un litro cada día”.
María Ángeles reconoce que lo peor es el momento de la recogida, que se realiza entre mediados de julio y septiembre por la distinta maduración de sus plantas. “En septiembre me cansé y dejé muchos en la tierra”. Y eso a pesar de que sus hijos y algunos amigos fueron a echarles una mano para recoger “uno a uno” cada arándano.
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Explica que toda la producción de esta primera cosecha la vendió en Salamanca, aunque prefiere guardar el secreto de a quién por aquello de la competencia. Lo que sí reconoce es que el precio —que rondó los 5 euros por kilo— fue muy bueno. “Con una hectárea y media de arándanos una familia puede vivir sin problemas”, asegura.
Desde que asistiera a aquella jornada en Zamora hasta ahora, María Ángeles ha tenido que aprender a pasos agigantados visitando explotaciones y hablando con expertos. “Tuve que empezar de cero porque no teníamos ni idea... pero aquí estamos”, concluye orgullosa.
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