Sergio, con algunas de las gallinas que tiene en Tardáguila.

Joven, emprendedor y con 2.000 gallinas camperas

Sergio García Panero empezó con 500, tiene 2.000 y vive ya del negocio. “No me salía nada de lo mío y monté esta explotación”, asegura

Lunes, 15 de abril 2019, 20:51

Tiene 28 años y empezó con las gallinas camperas casi por casualidad, para encontrar una salida laboral que no le llegaba como guarda forestal. Gracias al aval de sus padres y de su hermano se instaló, compró 500 gallinas rojas y ahora ya tiene 2.000, que duermen en una nave -donde tienen pienso y agua- y pasan todo el día en el campo. “Conseguir subvenciones era algo imposible porque me pedían, por ejemplo, tener de inicio 2.615 gallinas para muy poca ayuda”. Uno de los aspectos que más encarecía la explotación era adaptarla a las normas de bienestar animal. Dentro de la nave el máximo son 9 gallinas por metro cuadrado -Sergio García Panero tiene sólo 6- y fuera cada gallina debe disponer de 4 metros cuadrados. Hasta las barras donde se suben las gallinas tienen que medirse al milímetro para garantizar su comodidad.

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Sergio mantiene que todo esto se nota en la calidad de los huevos que ponen -prácticamente uno al día- y también en su carne aunque ahora mismo, al estar muy poco valorada la gallina, no tiene salida. En huevos su principal mercado está en Salamanca y sus pueblos, aunque también vende en Madrid o Valencia.

A sus 28 años se dedica a la venta de estos huevos porque la carne de gallina no tiene salida

Este joven productor, que empezó promocionando los huevos que ponían sus gallinas casi puerta a puerta, tiene abierta también la posibilidad de lograr la etiqueta de producción ecológica por su tipo de explotación, de hecho cree que sólo debería cambiar el tipo de pienso aunque, de momento, no se plantea hacerlo.

En cuanto a la competencia, Sergio ha comprobado que, al menos de momento, hay mercado para todos. La demanda es alta y no le supone un perjuicio que haya otro par de granjas camperas en la provincia.

Cada día sus gallinas salen al campo a las 9 de la mañana, están todo el día fuera “y lo que no quieren es entrar”.

Tiene una parcela de alfalfa para que nunca les falte aporte proteico y, aunque están controladas por un veterinario, los huevos -tamaño y cáscara- le sirven como termómetro para saber cómo se encuentran. A los 18-19 meses las retira. Sergio reconoce que es feliz en esta vida que encontró casi por casualidad.

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