Sandra posa con sus cerdos ibéricos, última adquisición de su granja.

El ‘arca de Noé’ de las granjas está en Salamanca

Sandra tiene en Almendra una explotación en la que produce solo las cantidades que luego puede vender: tiene vacas, ovejas, cabras, cerdos, gallinas...

Miércoles, 2 de junio 2021, 14:27

Sandra Delgado Sánchez se siente ganadera desde los 17 años, cuando compró dos chivos que tuvo que criar a biberón. Estudió auxiliar de Veterinaria, auxiliar de Enfermería... pero tenía claro que su vida estaba en Almendra y que quería aprender lo que era la ganadería en la explotación que su padre había heredado de sus abuelos. Ahora, con 30 años, tiene su propio ganado y su idea de explotación: ella no apuesta por tener grandes cantidades de diferentes especies sino “un poco de todo” y producir en función de lo que demanda el mercado.

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Por eso Sandra tiene vacas, apostó por las ovejas merinas, también por las cabras, gallinas y acaba de introducir cerdos ibéricos en la explotación “porque siempre me han gustado”. Su objetivo es disfrutar, que es algo que hace porque vive su trabajo como si fuera un hobby, y tener siempre un goteo de producción en el mercado: diversificar por si acaso uno de los sectores atraviesa un momento peor y tener un número de animales que pueda manejar bien. Por eso tiene sus 200 ovejas, sus 50 cabras, sus vacas o sus 50 cerdos. Y de momento no pasa de ahí.

Sandra con sus cabras.

Y esta pequeña producción, y aprovechar que en Salamanca apenas quedan explotaciones de cabras, le permiten, por ejemplo, poner un precio fijo a sus cabritos durante todo el año. A 55 euros los vende cuando hay poca demanda y también cuando llega Navidad.

“Tengo constantemente cabritos y me los barren”, dice. Le pasa igual con los corderos.

Con una explotación así, Sandra tan pronto está con el tractor -el lunes segando forrajes- como ayudando a las ovejas en la paridera o sacando a las cabras. Eso sí, no tiene horas.

Y es que lleva además 13 años trabajando en un restaurante a media jornada aunque su sueño es acabar dejando el empleo en la hostelería “porque es muy esclavo” y dedicarse solo al campo. De momento no lo hace porque aunque mantiene que con su explotación podría vivir, “viene bien tener nómina porque te ayuda tal y como están los piensos y con una primavera que venía bien pero que se torció”.

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Eso sí, para Sandra el trabajo son 365 días al año. Se levanta cada día a las 7 de la mañana y da la primera vuelta a la explotación para atender al ganado, luego trabaja en la hostelería y, de nuevo, de vuelta a la granja, donde reconoce que es completamente feliz.

¿Podría alguien sin padres ganaderos empezar de cero y tener su explotación? Sandra tiene claro que no. “Tiré para adelante porque tenía a mi padre: si no hubiera sido así la inversión habría sido de 250.000 para arriba. Y si alguien no avala...” Otro problema es arrendar pastos porque cada vez son más los ganaderos de fuera que vienen a alquilar “y te revientan con el precio”.

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¿Por qué la gente no quiere vivir en los pueblos? Sandra está encantada en Almendra: 70 vecinos en invierno, tienda, bar, internet... y embalse. “La gente joven no quiere porque está acostumbrada a otras comodidades”, dice.

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