Miércoles, 7 de abril 2021, 21:09
Se llama Paulino Sánchez, nació en Larrodrigo y fue el “descubridor” en España de la raza de vacuno salers, ahora tan de moda por su carne: vio en una feria de Francia unos ejemplares, le gustó “el pelo, las hechuras, la ubre porque era lechera y vi que era aparentemente rústica”. Compró 10 novillas, allá en 1986, y fueron las primeras de esa raza que entraron. Ahora hay unos 5.600 ejemplares solo en Salamanca.
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“Cuando las vio mi padre lo que me dijo fue que tenían mucho pelo, le preocupaba el calor, y lo que hicimos fue probar”. El resultado, cuenta, fue tan bueno que dejó sus dos explotaciones, una en Álava y otra en Salamanca, en Tarazona de Guareña, casi solo para salers. “Vimos que era más rentable por la facilidad de parto y porque quedan preñadas muy rápido”. Lo del pelo al final quedó en anécdota.
Ahora, con esta raza francesa ya extendida, Paulino trabaja en una nueva línea de salers en la que se prescinde de los peculiares cuernos y por eso acaba de comprar en el Reino Unido el único semental en España autorizado para la venta de semen que no tiene cuernos. “Hay que adaptarse a los nuevos tiempos y ahora se pide que no tengan por bienestar animal, manejo...”.
Pero los cuernos peculiares de la salers no van a desaparecer. De hecho, Paulino prueba la línea sin cuernos en Álava pero mantiene en Tarazona la otra, la “rústica y rentable” con vacas con cuernos. ¿Y para qué los cuernos? “Para defenderse del lobo. La salers protege mucho a las crías y actúa a veces ante el peligro apiñándose, como las ovejas”, dice Paulino. Los cuernos también son necesarios en explotaciones con maleza porque les sirve para abrirse paso. Total, que la salers seguirá con cuernos en ellas.
Paulino tiene ahora 400 vacas, la mayoría salers y exporta genética a Francia, Reino Unido, Holanda...Vio que era rentable y él, que se dedicaba a instalaciones ganaderas, tiene ahora en sus explotaciones su medio de vida. Suya es la vaca salers más premiada y la tiene para producir embriones y obtener sementales que luego vende a explotaciones genéticas pero también a rústicas: cruza entonces al hijo con una vaca “más normal”.
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Desde su primer viaje a París, Paulino no ha dejado de aprender... ni de enseñar.
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