Imagen de los buitres posados en la parcela.

“Asusta ver 150 buitres juntos”, el testimonio de este hijo de ganadero

Adrián Nieto, ayudante provisional de su padre en la explotación de Alaraz asegura “tener miedo de que algún día le ocurra algo a una persona”

Viernes, 27 de noviembre 2020, 10:12

“Tengo el miedo de que algún día le ocurra algo a una persona con los buitres”, cuenta Adrián Nieto, hijo de ganadero, ingeniero agrícola que acaba de terminar la carrera y ayudante provisional de su padre en la explotación de Alaraz. Él está acostumbrado a llegar a la explotación y encontrarse en los palos de la cerca o encima de las alpacas a los buitres: a veces 15-20, pero otras, más de 200. “Y cuando vas caminando y te sobrevuelan te asustas, pasas miedo. Ellos sí salen volando pero te aseguro que más me asusto yo cuando los veo porque tienen mucha envergadura”, cuenta.

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Su situación la viven también el resto de ganaderos de Alaraz y los ataques al ganado, a lo largo de los últimos años, se han repartido entre explotaciones de vacuno, porcino u ovino. A todos les ha tocado algo y cuando no es el buitre, es el lobo que viene de Ávila.

Adrián ha sido el último afectado, con cuatro ovejas muertas desde el verano. Él va por la mañana y por la tarde a la explotación y recuerda la primera que vio rodeada de buitres. “Gracias a los perros, que los asustaron, conseguí llegar a ella pero tenía ya la cabeza vaciada, no me dio tiempo a salvarla”. A otro se la encontró con la pata atravesada a picotazos. Después de curarla durante una semana, murió. La última se la encontró comida entera. Él había visto las ovejas por la mañana, se fue a comer y al volver ya la encontró muerta y no era una oveja que estuviera débil. “Si yo veo alguna así o que va a parir, la cargo en la furgoneta y me la llevo enseguida”, cuenta.

Los perros asustan a los buitres pero, sin embargo, los ataques se han producido en su presencia, sin que llegaran a evitarlo. No le consuela que los ataques al ganado estén generalizados y cuenta como un ganadero acudió un día a su casa para ver si tenía una oveja para amamantar dos corderos a los que le habían matado a la madre. No tienen ayudas por estos ataques y, lo que más le duele a Adrián, es “que no se puede hacer nada porque están protegidos. Da mucha rabia: a nadie le gusta que le maten el ganado”.

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