Jueves, 4 de marzo 2021, 17:05
Bermellar siempre ha sido el pueblo de las ovejas de leche y con una peculiaridad: que en el reparto de tareas la mujer era la encargada de cuidarlas, mientras que el hombre se ocupaba de las vacas y de labrar las tierras. En este pueblo si una hija no quería estudiar siempre se veía como posibilidad real que se ocupara de las ovejas de la familia. Hace solo 20 años que Bermellar vivía esa realidad y que eran las mujeres quienes cambiaban el paseo de otras zonas por guiar a las ovejas a los prados y luego al ordeño, donde allí sí solían encontrar la ayuda del marido. Entonces, de los 100 vecinos que vivían en invierno, 20 tenían ovejas, con 4.000 censadas, todas de leche.
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Ahora la situación no tiene nada que ver. Francisco Francia fue, por ejemplo, uno de los últimos en dejar las ovejas de leche. Tenía una explotación que destacaba por la alta producción y acabó vendiéndolas. Ahora tiene ovejas castellanas, produce corderos y vive más tranquilo. La leche no era tan rentable como para jornadas de tres horas de ordeño a mano por la mañana y otras tantas por la tarde.
Ahora solo dos ganaderos de Bermellar tienen ovejas de leche -Roberto Egido y José María Gajates, con 300 y 500 ovejas, respectivamente-. Hasta los jubilados fueron dejándolas unos por el coste del pienso y otras, como la gran ganadera Josefa García, en este caso muy a su pesar este verano, ya cumplidos los 80, y después de una vida en la que nunca faltaron las ovejas porque con ellas empezó a los 8 años.
Los que viven en Bermellar solo del campo mantienen que se han ido dejando ovejas de leche por la esclavitud que supone para los precios que reciben por ellas, más cuando era un pueblo en el que se ordeñaba a mano. Y ahora además tienen una nueva amenaza que hace más difícil su supervivencia: el lobo, al que antes no conocían en la zona.
Los ganaderos aprendieron hace un par de años que cuando se descuidan ataca a su ganado “y ya no es que mate, es que las heridas no se recuperan y el ganado queda con un estrés que no se va”, dice Francia. Total, que al trabajo del campo tienen que añadir la vigilancia de su ganado y la obligación de encerrarlo cada noche en las naves.
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Las últimas víctimas fueron dos terneros recién nacidos de un ganadero de Lumbrales con pastos en Bermellar, que hasta ahora eran de los más ansiados de la provincia para ovejas de leche. Cuentan que en Bermellar el clima siempre fue especial para un ganado cada vez más difícil de ver entre los ya solo 70 vecinos.
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