La granja de gallinas sostenible “Torre del Gallo” abrió sus puertas en el año 2020 en medio de la dehesa charra de la localidad de Parada de Arriba. La iniciativa de este proyecto corresponde a María Ángeles Llorente, más conocida como Marian, una abogada que decidió compaginar su trabajo con el mundo del campo. “Yo no tenía mucho conocimiento de la agricultura, pero 10 gallinas que tenía en el jardín de mi casa fueron las responsables de que me lanzara a esta aventura”, expresa.
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Antes de la construcción de la explotación, Marian tuvo que realizar un curso de Bienestar Animal y Fitosanitarios para aprender a manejar las gallinas y conocer la bioseguridad de las granjas. Además de solicitar licencias y cumplir la normativas vigente. “El Ayuntamiento de Parada de Arriba nos asesoró desde el principio, pero el tema burocrático no ha sido fácil. Debería resultar más ágil porque perjudica a los emprendedores que queremos comenzar cuanto antes la actividad para recuperar la fuerte inversión que se desembolsa”, lamenta.
Debido a la iniciativa de esta abogada, “Torre del Gallo” es ahora una explotación con 2.800 gallinas camperas repartidas en dos naves de unos 560 metros cuadrados en las que se dividen los ejemplares en dos lotes. El primer lote acoge a la gallina ponedora roja, Isa Brown; y el segundo a la gallina ponedora blanca, a las Marans, que ponen el huevo de color chocolate, y también a la Araucana, que aportan un huevo de color azul.
Las gallinas llegan en camiones a la granja con unas 17 semanas de vida. Allí se dejan en las naves con un tipo de pienso específico para su edad. Después del periodo de adaptación de una semana, empiezan a salir libres por el campo durante todo el día hasta que llega la noche y se recogen con el sol. En el exterior de la nave pueden picotear. “El 70% de la alimentación que tienen es a base de pienso y el otro 30% son bellotas que caen de las encinas y otros tipos de animales y vegetación”, explica Marian.
Las naves, con sus comederos o la cinta para la recogida de los huevos, están automatizadas “para buscar el bienestar animal”. Lo que hacen las gallinas es la puesta de los huevos dentro de los nidales, entre las 6.00 y las 14.00 horas. Después al presionar un botón se mueve la cinta y arrastra los huevos. Estos se van recogiendo, pesando y clasificando en las hueveras según su talla: M, L y XL. Además se sellan uno a uno de manera artesanal.
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Los huevos salen de la explotación con destino a empresas madrileñas que son las que compran el 90% de la producción. “Son muy demandados en la capital porque cuando abres la docena encuentras huevos de diferentes colores, que están teniendo mucha acogida allí”, afirma la emprendedora.
La ganadera sigue ejerciendo como abogada porque no puede decantarse por ninguno de sus dos trabajos. “La Abogacía es como ir a la guerra y en la granja encuentro la paz del campo entre las gallinas”, manifiesta.
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