Tarde de ajedrez

Son tiempos de amores, desamores y dramas. Se casaron en la Catedral Nueva, de noche, en boda de cine, Romeo y Julieta, y se han separado aparatosamente Irene Lozano y Carme Chacón de Pedro Sánchez. Nuestro Romeo es Calixto, amor de Melibea, cuyo creador, Fernando de Rojas, pudo inspirarse en Luis Ramírez de Lucena, autor del libro "Repetición de amores y arte de ajedrez", pieza única, impreso en Salamanca en 1497, guardado como oro en paño por Margarita Becedas en la sala de incunables de la Universidad de Salamanca. Ayer, esta obra, presidió en la Casa Museo Unamuno una tarde unamuniana de ajedrez. Fue don Miguel muy aficionado en Madrid a este juego, si bien consideraba que el ajedrez es mucho para juego y muy poco para ciencia", y algunos destacados miembros de su familia lo fueron y lo son, también; incluso hay maestros internacionales. Ayer estuvo en Salamanca Ramón Unamuno, nieto, que conoce bien los entresijos del juego, y en la Casa Museo estuvo, igualmente, Pablo de Unamuno, que tanto ha hecho para promocionar el ajedrez, por ejemplo, en el Ateneo. Me cuentan que podía don Miguel echar diez horas seguidas de partidas en su vida madrileña, y contaron que esa afición se recoge en "Niebla", con Augusto y Víctor jugando; en "Don Sandalio, jugador de ajedrez" y en algún notable artículo publicado en la prensa argentina sobre ello. Todos somos piezas movidas sobre el tablero de la vida: nos desplazan los intereses, instintos, pasiones, necesidades€ pero también somos llevados de acá para allá en ocasiones como marionetas de "La Chana" sin ser conscientes, y en otras, sabiéndolo pero sin poder hacer nada. Da miedo pensar en ello, pero como ha dicho Ángel Gabilondo, que participó ayer en el Campus, en "El pensador y su obra": "Cada mañana estrenamos algunos miedos nuevos".Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA